Entrevista a Francisco Tudela
El Comercio, 4 de Junio del 2023
Por: Ricardo León
El país atraviesa un momento complicado en su agencia internacional: no está aislado, pero tampoco tiene iniciativa. Cuenta con aliados, pero no con un plan de largo plazo. Está, como grafica Tudela, “en un limbo”.
Hay posturas divididas entre los diplomáticos y los internacionalistas respecto de la relevancia de la reciente cumbre presidencial convocada por Lula da Silva en Brasilia. Para algunos, fue una ocasión ideal para que el Perú –que estuvo representado por el primer ministro Alberto Otárola– contrarrestara la narrativa impulsada por otros gobernantes que, pese a toda la evidencia, defienden a Pedro Castillo. Para otros, entre ellos Francisco Tudela, no sirvió “para nada” y fue más bien un intento de Lula por limpiar su imagen.
— Esta cumbre de Brasilia, que a fin de cuentas se vio fría y deslucida, ¿responde solamente a un interés de Lula por tener un protagonismo regional?
Es el socialismo del siglo XXI, que no es otra cosa que el Foro de Sao Paulo. Todo eso fracasó con la caída de Lula, con el escándalo del petróleo, del ‘Mensalão’, de Lava Jato, actos de corrupción inmensos. Da la impresión de que, efectivamente, esta reunión de presidentes es forzada. Han asistido en la medida en que sienten que no pueden ser descorteses con el que los invita.
— ¿A qué juega Lula en este momento? Está ‘on fire’, incluso se ha ofrecido de mediador en el conflicto entre Rusia y Ucrania.
No tiene poderes de transformar nada dentro del Brasil porque no tiene mayoría en el Congreso, ni controla a los estados federales; entonces, lo único que le queda es la política exterior.
— ¿Tiene él las credenciales para ser un líder latinoamericano? Siendo sinceros, la valla actual es bien bajita.
Yo creo que no, ya no las tiene. Ha estado en la cárcel, los actos de corrupción que involucran a su partido son evidentes. Los escándalos de corrupción continental hacen que Lula jamás pueda recuperar el prestigio que pudo haber tenido originalmente.
— ¿Hay algún presidente que sí lo tenga? Ahora mismo todos parecen sumidos en sus crisis internas. Solo llamó la atención la participación del uruguayo Luis Lacalle, quizá el único que hizo algo distinto.
Lacalle tiene una trayectoria impecable, pero América Latina está en estos momentos sumergida por lo que llaman la ‘marea rosa’. Los únicos países que no están con gobiernos del socialismo del siglo XXI son Uruguay, Paraguay, Ecuador, Panamá y El Salvador.
— ¿Los puntos que se discutieron en Brasilia –es decir, los no declarativos– tienen alguna posibilidad de concretarse? ¿El de la moneda común, acaso?
Bueno, la idea es encontrar una moneda que compita contra el dólar. El problema es que la moneda que tendría que competir contra el dólar es el yuan, porque la potencia que sigue a Estados Unidos hoy en día es China. No ha llegado al nivel de Estados Unidos, pero ahí está. El problema del yuan es que, como China es un país de partido único gobernado por el Partido Comunista, en el fondo no hay ninguna garantía de transparencia respecto a su Banco Central y a su economía. En la práctica, varias economías latinoamericanas están dolarizadas, como es el caso del Perú. ¿Alguien hizo un acuerdo político para que la gente compre dólares? No, la gente compra dólares porque sabe que es la moneda que mejor preserva el valor de su dinero, a pesar de la inflación y a pesar del déficit americano.
— ¿Para qué sirvió la cumbre, entonces?
Para nada.
— ¿Para lavarle la cara a Maduro? Les salió chueco el plan, al final.
Digamos que lo que ha querido Lula es normalizar a Maduro. Pero Maduro es ‘innormalizable’, no hay cómo hacer eso. Venezuela es una tiranía populista de izquierda pero que no aporta nada, porque el socialismo del siglo XXI es un socialismo asistemático que no guarda relación con el socialismo del siglo XX. La última etapa del socialismo es el populismo demagógico, para lo cual requieren la construcción de narrativas alternativas. Pero no hay sustancia. Entonces, en la cumbre presidencial de Brasilia no hubo sustancia; en la Celac no hay sustancia; en el intento constitucional chileno no hay sustancia.
— Hace seis meses, en una entrevista en este Diario, usted dijo que “no hay una política externa” en el Perú. ¿Algo ha cambiado en este lapso?
Yo creo que la elección de Castillo, su intento de golpe de Estado y la hostilidad de los países del Foro de Sao Paulo hacia el Perú han creado una situación difícil para la diplomacia peruana. Y la negativa de López Obrador a entregar la presidencia pro témpore de la Alianza del Pacífico no es una cosa entre él y Dina Boluarte, es un intento por tergiversar la historia y decir que la CIA derrocó a Castillo. Es evidente que lo que está ocurriendo entre México y el Perú es un intento de matar la Alianza del Pacífico. Y el fondo del asunto es que no hay una visión en este momento en la diplomacia peruana sobre la estrategia frente a sus adversarios. Hay declaraciones en el sentido de que López Obrador es un irresponsable, de que Petro y López Obrador son caimanes del mismo pozo; pero eso no es diplomacia, todo eso es retórica.
— Jorge Montoya, de Renovación Popular, está impulsando un proyecto de ley que busca que el Ejecutivo denuncie a la Convención Americana de Derechos Humanos (CADH) y, en consecuencia, abandone la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH). ¿Tiene sentido esta medida?
Mi perspectiva es que la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a través de una serie de sentencias y pronunciamientos, se ha desnaturalizado. Pero yo creo que por razones políticas no conviene salirse del Pacto de San José, considero que salirse de la convención implica desafiar a la potencia hemisférica en lo que es una línea maestra de su política exterior y también un instrumento de presión de su política exterior. Tendría consecuencias internacionales que nos van a colocar en una posición difícil. Por el momento continental y por el momento interno, el país tiene que entender su posición en el contexto global.
— ¿Cuál es la posición del Perú en el contexto global?
En el contexto global, el Perú está en este momento paralizado, es la verdad. Claro, los consulados siguen funcionando, los embajadores continúan trabajando, pero el Perú tiene que escoger adónde quiere ir. Y una vez que escoja adónde quiere ir, tiene que hacer una política exterior de largo plazo. Me da la impresión de que la política exterior peruana se decide gobierno a gobierno.
— Da la impresión de que el Perú está solo en el ámbito regional. No tiene a quién ‘pegarse’, no está en ningún bloque.
Está en el limbo. No hay una conducción, no hay un proyecto de política exterior. El Perú no está aislado diplomáticamente: tiene buenas relaciones con todos los actores principales del mundo. Lo que pasa es que el gobierno está paralizado y no sabe qué camino tomar porque está internamente dividido entre su afiliación política original y las necesidades imperiosas que la realidad impone.
— Enrique Krauze dijo que el ‘impasse’ entre México y el Perú solo sería “una nota al pie” en la enorme historia conjunta de los dos países. ¿Coincide con él?
No coincido con él, porque no está decidida la suerte de la Alianza del Pacífico. Hay ciertos empresarios que dicen que esta situación entre México y el Perú no importa, porque se sigue operando dentro del marco de la Alianza del Pacífico. La Alianza del Pacífico queda en manos de gobiernos que no creen en sus postulados. Si nosotros permitimos que los caprichos ideológicos estén por encima de los tratados firmados, la sociedad internacional se hundiría en una anarquía. Permitir que la ideología se monte en el derecho internacional es abolir el derecho internacional, es vivir en un mundo sin otras reglas que la ideología. Eso es orwelliano; lo que está haciendo López Obrador es orwelliano.
— ¿Cómo debió haber respondido el Perú frente a las malcriadeces de López Obrador?
La respuesta podría haber sido desde el primer momento efectiva jurídicamente, porque tiene que quedar constancia. Se pudo haber buscado un mediador fuera de los países integrantes; ante una negativa radical de México, quedaría la constancia de la mediación. Y desde el principio se pudo demandar a México por incumplir un tratado internacional. Hubo una falta de visión respecto a la necesidad histórica de que la posición del Perú conste de manera indubitable.