Fernando Rospigliosi
Expreso, 5 de agosto del 2024
Luego del inevitable fraude con el que la dictadura comunista venezolana pretende perpetuarse en el poder indefinidamente, han surgido opinantes que dicen “todas las dictaduras son iguales”.
Pues no. No es así. Como estableció hace cuatro décadas la académica y diplomática norteamericana Jeane Kirkpatrick, son distintos los gobiernos autoritarios, como el del chileno Augusto Pinochet, de los totalitarios, comunistas, como el que implantaron en Cuba los hermanos Castro.
Entre otras diferencias, los regímenes autoritarios son transitorios y los totalitarios pretenden ser permanentes, eternizarse en el poder, justificándose con ideologías socialistas/comunistas.
Hoy día, hay que precisar, se ha producido una variante con respecto a la teoría de Kirkpatrick. Los nuevos gobiernos comunistas en Iberoamérica no son totalitarios al estilo de Cuba, que imitaba a la Unión Soviética, sino que pretenden guardar formas democráticas, tanto por el desprestigio del modelo soviético, como por el hecho que ahora llegan al poder mediante elecciones –ya no asaltando el poder por la violencia– y luego destruyen la democracia, pero manteniendo, como una farsa, comicios periódicos, totalmente amañados. Venezuela y Nicaragua son ejemplos de la nueva forma que ha adoptado el comunismo en la región.
Como señala Jaime de Althaus, “Son los dictadores de izquierda los que se perpetúan indefinidamente”, mientras los de derecha “entregaron el poder convocando a elecciones”. (“Lampadia”, 31/7/24).
En Chile, Pinochet convocó un referéndum en 1988 preguntando si continuaba en el poder. Y lo perdió. Respetando el resultado, abandonó el gobierno en 1990 en elecciones que ganó la oposición.
Eso, por supuesto, es impensable en Cuba, Venezuela o Nicaragua.
Otra diferencia es que, por ejemplo, en el caso de Chile, la intervención de las FFAA en 1973 fue no solo ante el caos y desabastecimiento creado por el gobierno socialista, sino que Salvador Allende y los comunistas, “con apoyo de Castro, buscaron instalar en Chile una dictadura socialista como la que hay hoy en Venezuela. Aplastaron la separación de poderes, persiguieron y torturaron opositores, encarcelaron periodistas y violaron derechos humanos. (…) Nuestras fuerzas armadas lo impidieron, reconstruyeron el país y restablecieron la democracia.” (Axel Kaiser en X, 30/7/24).
Como es evidente también, dictaduras comunistas, como la de Cuba y Venezuela, han hundido a esos países en la miseria más espantosa, propiciando que millones de personas huyan en busca de una vida mejor. En Chile, Pinochet “entregó el país con el sistema económico que lo haría el más próspero” de la región en términos de economía, indicadores sociales y con toda una institucionalidad democrática funcionando. (A. Kaiser).
En España, Francisco Franco evitó que se impusiera una sanguinaria dictadura estalinista y propició el mayor crecimiento de la historia española (1950-75).
En suma, no son iguales, las diferencias son abismales. Por supuesto, sería mejor que no hubiera dictaduras, pero en la realidad, la disyuntiva a veces es: dictadura hambreadora comunista, que se perpetúa indefinidamente, o dictadura de derecha, que evita lo anterior, construye prosperidad y restablece luego la democracia.