Fernando Claro
FPP, 20 de noviembre del 2024
Como la realidad choca siempre con sus ideas, la izquierda tiene que modificar constantemente la realidad. Primero, distorsiona los hechos —«eso no ocurrió, ni ocurrirá»—, luego, más sutilmente, distorsiona las palabras y al final, utiliza sus peores armas. Matthei, su equipo, y los chilenos, tendremos entonces que jugar el rol eterno de desmentir, de corregir las palabras, de preguntar por qué el «tren a Valparaíso» no llegaba en realidad a Valparaíso y preguntar por qué Tohá «no había hablado» con Monsalve, cuando en realidad sí le había dado instrucciones a través de sonidos emitidos por cuerdas vocales, y así. Dirán, además, que en Chile nunca se cumplió la promesa educacional, pero habrá que salir a desmentir, y a explicar que sí, que millones de chilenos fueron a colegios, públicos y privados, colegios que antes no existían, y que luego, muchos de esos chilenos surgieron, algunos trabajando y otros estudiando, algunos en universidades privadas y otros en públicas, unos también en CFT y otros en IP.
Antes, en 1980 —habrá que insistir—, eso lo lograban apenas un par de pijes, y uno que otro talentoso, tozudo, suertudo o masón. Y esa sí que era la época de los «ocho colegios», no la de hoy, aunque muchos mesías de esos colegios insistan que sí, que solo ellos tienen oportunidades, y que todo es atroz, y que vivimos en un país infernal, de una inmoralidad brutal. Queda mucho por mejorar, obvio, pero estamos, e íbamos, a un país mejor. Antes, ni las mujeres entraban al Club de la Unión. En fin, van a decir que el CAE lleva años asfixiando a las familias, lo que es falso, y habrá que explicar que el CAE es un crédito flexible, ultrabarato, subsidiado, y que no acogota financieramente a nadie, porque Sebastián Piñera lo modificó. Van a decir que los colegios emblemáticos se acaban de destruir, lo que también es falso, y habrá que explicar que fueron sus ideas, las de izquierda, las que los destruyeron; primero con la introducción de un ranking que no era ranking, que generó fugas de talento; luego eliminando la selección, que destruyó la excelencia y la mística de las comunidades que se inspiraban en esa excelencia y en la tradición; y finalmente, obvio, la violencia, esa que durante todo ese tiempo avalaron, que los remató. Ahora dicen que los colegios municipales están perdiendo matrícula por xenofobia, porque los chilenos se quieren alejar de los inmigrantes y segregarse en particulares subvencionados; de nuevo, es falso: eso ocurre desde mucho antes de que llegaran millones de inmigrantes a buscar oportunidades en este país, el más lejano, el oasis latinoamericano. Van a salir con ideas increíbles, como esta, que ya anda rondeando: los campamentos reaparecieron por culpa de Airbnb y de los grandes inversionistas —no es broma—. Estamos al límite, y ese será uno de los desafíos: rectificar, hablar con la verdad.