El país en general –e Ica en particular– está plagado de obras inconclusas y abandonadas. En el caso de Ica, se trata de sistemas de agua potable y alcantarillado, hospitales, escuelas, puentes, redes de cámaras de videovigilancia, etc. ¿Qué pasó? ¿Acaso el sistema de contratación del Estado no está sustentado en expedientes técnicos bien elaborados, en licitaciones públicas transparentes y –para mayor seguridad– en cartas-fianza de fiel cumplimiento, y tatatín tatatán? Pues no. En realidad, las obras inconclusas y abandonadas constituyen las crónicas de las muertes anunciadas de la corrupción que impera en nuestro país. Expedientes y licitaciones amañadas ex profesamente, cartas-fianza falsas, y –lo que es peor– contralores, árbitros, fiscales y jueces… todos metidos en la colada de los contratistas y supervisores corruptos. ¡A ese extremo hemos llegado!