En el ámbito humano, Don Alberto Benavides de la Quintana es un ejemplo viviente de sencillez, cariño y generosidad. Y en el ámbito profesional, Don Alberto es –sin duda- el más exitoso empresario minero del Perú, y el peruano que más apasionadamente ama a su país.
Este gran señor que cumplió 90 años de vida el 21 de octubre pasado (2010), no se detiene. Cuando su cuerpo estaba en plenitud física, el joven geólogo recorrió –literalmente a pie- cada rincón de la Sierra del país en busca de minerales, y … ¡vaya que los encontró! Luego, cuando por los años no pudo correr, Don Alberto caminó. Y cuando no pudo caminar, usó el bastón. Ahora se moviliza en silla de ruedas, pero no se detiene. Al contrario, se mueve por todos lados como una lagartija.
Su piel gastada y sus músculos vencidos delatan su edad. Evidentemente, el hombre lleva bien acuesta su larga y esforzada trayectoria por el mundo. Pero su mente brillante, su alma magnánima y su entusiasmo inagotable lo ubican en el esplendor de su vida.
Quienes fuimos bendecidos por llevar su sangre y conocerlo en la intimidad, aprendimos de él lo que es valor de amor y la unión de la familia. Quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo en el trabajo, aprendimos de él lo que es valor de la perseverancia, la inteligencia y el profesionalismo. Quienes en el devenir de nuestras vidas nos topamos con su halo, ya sea por ser huancavelicanos o cerreños o cajamarquinos, o simplemente por ser de la UNI –su Alma Mater- o por lo que sea, aprendimos de él lo que es la bondad, la decencia y el genuino amor por el Perú.
Es una pena saber que Don Alberto no vivirá eternamente. A ese respecto, es evidente que habrá generaciones venideras que no tendrán la dicha de conocerlo personalmente. Ante ello, no quedará más que contarles y mostrarles a esos peruanos del futuro, todo lo que hizo este gran peruano en los ámbitos familiar, empresarial y nacional.
Es imposible dar cuenta de la copiosa obra pública de Don Alberto, pero aparte de la Compañía de Minas Buenaventura –el emblema de su grandeza- que seguirá brillando en el escenario minero mundial, ahí estarán las carreteras, los canales y reservorios, las centrales hidroeléctricas y las líneas de transmisión de energía que Don Alberto construyó a lo largo y ancho del país. Ahí estarán los ferrocarriles, las escuelas y las urbanizaciones serranas que él concibió y realizó a lo largo de su vida.
Muchos hospitales y Clubes Departamentales darán testimonio de la generosidad de este gran hombre. ¿Cuántos profesionales exitosos expresarán su gratitud por haber merecido becas de estudio otorgadas por Don Alberto?
Pero tanto o más importante que su obra física, el gran legado de Don Alberto estará en el plano espiritual. A ese respecto, habrá que decirle a las generaciones venideras que el amor y la bondad existen; y que el esfuerzo y el entusiasmo con fundamentales para tener éxito en las aventuras empresariales; y que al Perú hay que amarlo sin complejos –como lo amó Don Alberto- con orgullo por su pasado glorioso, con confianza en su vibrante presente, y con fe por su futuro brillante. Don de hacer, don de dar. He ahí los mayores atributos de Don Alberto Benavides de la Quintana; de ahí esencia de la grandeza de este gran señor del Perú.
Lima 7 de noviembre del 2010.
Publicado en Semanario Minas y Petróleo, 27 de febrero de 2014.