Por: Fernando Cáceres Freyre
Gestión, 5 de octubre del 2023
“Hay juagdores medianos que se disfrazan de pequeños para jugar fuera de la ley”.
El sector pesca es parecido a casi todos los demás en el país. Hay algunos jugadores grandes y formales y muchos pequeños informales que realizan la actividad para sobrevivir (62%, INEI, 2012). Dos realidades que también se reflejan en un doble estándar estatal. A los primeros se les mira con lupa (y está bien) y a los segundos no se les exige casi nada.
Pero antes de criticar, pongámonos en los zapatos del funcionario público que se encuentra a cargo de fiscalizar impuestos, trabajo o alguna actividad económica sectorial como transporte, educación, minería o pesca. El primer grupo es por lejos más fácil ubicarlo, las multas a colocarle pueden ser más grandes, la recaudación en favor de la entidad en la cual trabaja o del fisco también será mayor, los políticos y ONG de izquierda no saldrán a defenderlos, y al ser pocos el costo político será probablemente más bajo. Lo contrario ocurre con el segundo grupo.
Por eso, puede decirse que tiene sentido que los encargados de fiscalizar casi cualquier actividad o sector terminen vigilando muy de cerca a los más grandes, y se hagan de la vista gorda con los más pequeños. Lo que no tiene ningún sentido es que esa misma vista gorda opere con jugadores medianos que se disfrazan de pequeños para jugar fuera de la ley. Y esto último viene ocurriendo crecientemente con la pesca de anchoveta.
La anchoveta se debería obtener desde dos tipos de embarcaciones, pero se obtiene desde tres. La primera es la flota industrial que pesca para consumo humano indirecto (harina de pescado y aceite de pescado). La segunda es la flota artesanal y de menor escala que pesca solo para consumo humano directo (conservas, congelados y curados de anchoveta). Y la tercera es la que usa matrícula de embarcación artesanal (o matriculada clonada artesanal), pero extrae recurso con equipos industriales y para fines propios de las industriales.
Cada año, los fiscalizadores no logran ubicar a dónde se va alrededor del 45% de lo pescado para consumo humano directo (54.7% en 2022, 34% en 2021, 46.3% en 2020, etc.). Y todo hace indicar que el grueso es pesca a mediana escala que usa equipos industriales y destina lo obtenido a la elaboración ilegal de harina de pescado (sea en Perú o exportando el recurso a países vecinos). Hay 62 plantas identificadas (Oceana, 2018). Son los `Pepe el Vivo’ de la pesca.
Este año aún no se ha autorizado temporada de pesca de anchoveta alguna en la zona centro norte del país, que es el principal recurso pesquero que tenemos y en la zona de mejor distribución del recurso. La razón ha sido el fenómeno de El Niño Costero, debido al cual la anchoveta se ha profundizado en la zona centro-norte del país. Los impactos socioeconómicos vienen siendo brutales (caída de volumen de pesca total de 54%, INEI), en medio de la peor crisis económica en 25 años.
Sin embargo, los informales, también llamados pesca ilegal, realizan sus actividades en veda, mientras el recurso está desovando sin respeto al proceso reproductivo ni a las tallas, lo que afecta, en general, al medio ambiente y a los pescadores (para 4 de 5 pescadores es su principal amenaza, IPSOS, 2022).
Entonces la pregunta se cae de madura: ¿qué esfuerzos viene haciendo nuestras autoridades para prevenir que los `Pepe el Vivo’ de la pesca afecten más de lo necesario a la anchoveta y todos los demás puedan regresar a pescar este recurso al menos en lo que queda del año?