Fernando Cáceres Freyre
El Comercio, 24 de junio del 2024
Nuestro déficit fiscal, que es la diferencia entre los ingresos y los gastos, viene empeorando cada mes. Si esta tendencia no se revierte, estaremos en problemas.
Hoy se escuchan protestas sociales en las que se acusa a Milei de que “está matando de hambre al pueblo”, por sincerar su presupuesto público. Acá, en el Perú difícilmente alguien va a protestar porque las autoridades estén gastando más de la cuenta, aun cuando sepamos que ello inevitablemente implicará un ajuste como sucedió en los años 90 con Fujimori y hoy lo sufre la Argentina de Milei, ¿verdad?
Es fácil tildar de hambreador a un presidente que hace un ajuste económico. Lo difícil es no sucumbir a la tentación de gastar más de lo que ingresa, pateando el costo del desorden fiscal a las futuras generaciones.
Nuestro déficit fiscal, que es la diferencia entre los ingresos y los gastos, viene empeorando cada mes (a mayo es de 3,9% del PBI). Si esta tendencia no se revierte, estaremos en problemas.
De un lado, los ingresos vienen cayendo desde el segundo trimestre del 2022, habiendo pasado en el último año de 21% a 19% del PBI (mayo 2024). De otro lado, en ese mismo período los gastos se han mantenido más o menos iguales, habiendo pasado de 21,7% a 21,1% del PBI (mayo 2024). Gastamos casi igual, mientras ingresa menos dinero a nuestras cuentas.
El BBVA Research considera que factores como la recuperación de la economía, altos precios de exportación y el postergado pago de Impuesto a la Renta generarán que el año cierre en un déficit cercano al 2,5%, y que más adelante tenderá a 2% en el período 2026-2029. Sin embargo, advierten que el riesgo es que el déficit sea mayor por un incremento del gasto por nuevas alzas en remuneraciones del sector público o nuevas exoneraciones tributarias.
¿Y qué hacen los gobiernos cuando ingresa menos dinero y no quieren cortar gasto público? Aumentan impuestos sobre los que pagamos siempre o se toma más deuda. Según Apoyo Consultoría, si el déficit fuera 2,5% del PBI, y tuviéramos el mismo nivel pobre de crecimiento anual y costo financiero, la deuda pública alcanzaría el 40% del PBI en el 2030, un nivel insostenible para el Perú (por el nivel de recaudación que tiene).
En otras palabras, el Perú es como una familia que ha perdido parte de sus ingresos mensuales, aunque hay quienes creen que los recuperaremos, pero no ha reducido sus gastos ni muestra señales de que los vaya a reducir. Más bien, es una familia que muestra alto riesgo de seguir incrementando el gasto mensual. Y es en este punto donde debiéramos poner todos los reflectores, para que no tengamos que hacer un ajuste doloroso más adelante.
Hay gastos que claramente debemos evitar, como seguir rescatando a Petro-Perú, y no continuar aumentando los salarios del sector público que han pasado de 5,9% del PBI en el 2022 a 6,7% en el 2024. Más allá, el foco debería estar en controlar la iniciativa de gasto del Congreso.
El Consejo Fiscal reveló que, en los últimos tres años, el Congreso aprobó iniciativas de gasto por S/100.000 millones. Por otro lado, en los últimos siete años, el Congreso aprobó medidas que hicieron que el país dejara de recaudar S/120.000 millones. La solución sería controlar la iniciativa de gasto del Congreso desde el Tribunal Constitucional (TC), pero seis vocales de este TC han sido elegidos por este Congreso. Sin una fórmula escalonada de elección de sus miembros, difícilmente contaremos con un TC que sirva como balance de poderes.
En este contexto, si no logramos controlar los niveles de gasto público, por más que se recuperen los ingresos, estaremos en problemas. Y tarde o temprano tendremos que volver a realizar un doloroso ajuste de gastos en el que le gritarán ‘hambreador’ al presidente de turno.