Felipe Ortiz de Zevallos
Dia 1 Summit
30 mayo 2024
Buenos Días:
Honrado de encontrarme aquí esta mañana, compartiendo la sesión inaugural con Julio Velarde. Hay, en Rumanía, un presidente más longevo en el Banco Nacional -Mugur Isarescu es su nombre- que ha ejercido el cargo desde 1990 (con excepción de algunos meses en que fuera primer ministro). Pero Julio ya viene presidiendo el Banco Central de Reserva desde 2006; en octubre cumplirá 18 años en tal cargo, lo que en nuestro país constituye un caso excepcional. El mes pasado, estuve por unos días en Buenos Aires y en unas conversaciones amicales recogí elogios espontáneos a su persona. Que la Argentina de hoy necesitaba un Velarde.
En estos 18 años de su gestión en el BCR, la economía peruana ha gozado de una inflación promedio inferior a la de la economía mundial, lo cual constituye un mérito muy significativo. Este año será la inflación más baja en toda la región. Respecto de crecimiento, que resulta un indicador que trasciende a la gestión del BCR, podríamos dividir dicho lapso en dos: La primera década hasta 2016, que fue un período de expansión económica, a pesar de la burocratización creciente durante el gobierno del expresidente Ollanta Humala; y los años desde entonces en que se evidencia una severa crisis política.
En la década entre 2007 y 2016, la economía peruana creció cerca de 5.5% anual en promedio; desde entonces, sólo ha crecido a 1.8% anual en promedio. Para la economía mundial, los promedios para los primeros 10 años y para los últimos 8 no varían mucho. Claro, hubo la crisis financiera de 2008, y luego la pandemia del Covid.
Pero la economía mundial creció, durante estos 18 años, a un ritmo promedio de 2.7% al año, más o menos. Lo que implica que, grosso modo, en la década comprendida entre 2007-2016, la economía peruana pudo crecer al doble de ritmo que la economía mundial, mientras que desde entonces viene creciendo un tercio por debajo.
Y entre 2007 y 2016, el Índice de Desarrollo Humano de las NNUU para el Perú se elevó de 0.69 a 0.76, pasamos así del puesto 99 en el mundo al puesto 82. Nuestra esperanza de vida al nacer subió de 73 a 75 años, y el índice de mortalidad disminuyó de 6.2 a 4.8%. Las últimas cifras de este indicador que son sólo del 2021 no registran el atraso desde entonces, revelan que el Perú retrocede a ocupar el puesto 84 en el mundo (subimos de 99 a 82, y a 2021 hemos caído a 84). Con la pandemia, la esperanza de vida cayó a 72 años y el índice de mortalidad subió a 7.6%.
Thomas Sowell, el autor de un famoso texto de Economía Básica tiene una buena cita que refuta la ilusión de “las cuerdas separadas” que varios analistas sugirieron, alguna vez, entre nuestra política y economía. Él afirma: “La primera lección de la economía es la escasez: nunca hay suficiente para satisfacer a todos aquellos que desean algo; y la primera lección de la política es hacer caso omiso de la primera lección de economía”. Es esta contradicción la que genera algunos nudos gordianos como los muy enredados que tenemos hoy por delante.
Durante los años 90s, después del fin de la Guerra Fría, se empezó a volver común el uso del acrónimo VUCA (volatilidad, uncertainty, complejidad, ambigüedad) que la Escuela del Ejército de EE. UU. introdujo para describir un mundo con alta velocidad de cambio, con dificultades para predecir el futuro, y con no pocas limitaciones para comprender con claridad el contexto. Tal vez, a partir de este siglo, le falta una H al acrónimo VUCA, el de la hiper – conectividad. El año pasado, en el informe de Riesgos Globales que el Foro Económico Mundial publica anualmente, se introdujo un término que se ha generalizado: la Policrisis, muchas crisis a la vez -económicas, políticas, militares, ambientales, sociales, tecnológicas- que se interrelacionan entre sí. El mundo enfrenta guerras, cambio climático, inestabilidad, riesgo de pandemias, inseguridad alimentaria, ataques cibernéticos, fake news, deep fakes, etc. Por otro lado, uno lee revistas científicas, de ingeniería, o de medicina; y sorprenden los avances y las enormes posibilidades de muchas de las nuevas tecnologías.
Especialmente la Inteligencia Artificial constituye un avance inédito en el mundo de los inventos. Hay un Tik Tok en el cual Yuval Harari explica bien las dos singularidades de ésta.
Es el primer invento que puede tomar decisiones por sí misma. Le quita así poder a los humanos. Hemos estado acostumbrados a que las decisiones siempre las toman los humanos, que las historias las cuenten los humanos, que los cuadros los pinten los humanos. Eso va a cambiar. De otro lado, es el primer invento con la capacidad de generar nuevas ideas. ¿Cuántas personas saben realmente de finanzas en el mundo?, Tal vez el 1% se contesta Harari. Pues tal vez, en algunas décadas, él ironiza, pueda reducirse a cero, porque la Inteligencia Artificial resultará capaz de crear un universo de conocimiento que podría tornarse hasta incomprensible para el ser humano.
Los editores de The Economist vienen escribiendo mails en los que comentan como escogieron la carátula de la semana. No hace mucho, para un número dedicado a la economía mundial, el subdirector reconocía que, aunque ésta viene mostrando una reconfortante resiliencia, era válido el temor de que podía estar flirteando con el colapso. Que un número inusual de desencadenantes podría rápidamente ocasionar una situación casi anárquica. Que las instituciones que solían preservar el orden internacional -el Consejo de Seguridad de las NNUU, el FMI, la Organización Mundial del Comercio- venían perdiendo aceleradamente credibilidad e influencia. Recordaban que, por ejemplo, en los años 30s, las importaciones de EE. UU. colapsaron 40% en apenas dos años. Que un eventual retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, con su visión mundial de suma cero, podría continuar la erosión de estas instituciones. Que la geopolítica vuelve a ser gravitante.
El FMI estima que la economía mundial crecería 3.2% en 2024 y 2025, al mismo ritmo que el año pasado. La proyección para el siguiente lustro (3.1%) resultaría la más baja en décadas. América Latina viene creciendo apenas 2% este año y, tal vez, 2.5% el próximo. En cambio, África puede crecer 4% este año y más aún el 2025. De los 20 países que más crecen en 2024, casi la mitad son africanos: Nigeria, Senegal, Libia, Ruanda, Costa de Marfil, Yibuti, Etiopía, Gambia, Benín; países que veíamos todos por encima del hombro, crecen a un ritmo que ya quisiera tener el Perú. Los latinoamericanos solíamos acomodarnos con esa imagen de que podíamos estar detrás de Europa y EE. UU., pero, al menos, estábamos delante de Asia y África. Yo tengo los años suficientes como para recordar la campaña contraria a Pedro Beltrán porque quería “taiwanizar” el Perú. En 1950, el PBI per cápita del Perú era 2.5 veces superior al de Taiwan. Hoy, es apenas la cuarta parte. Y los países pueden estancarse. Hay países que, respecto del PBI per cápita que tenían hace 50 años, han retrocedido.
Un tema del cual sí debemos ser conscientes es que América Latina es la región más desigual del planeta, más que Asia o África, lo que impone una obligación especial a su clase dirigente, que debe liderar su desarrollo buscando legitimidad y promoviendo la movilidad social. Actualmente, en la región, el 50% más pobre se lleva sólo el 10% de los ingresos y el 10% más rico recibe más de la mitad. Esta desigualdad ha persistido a pesar de reformas diversas, muchas fracasadas, y de esfuerzos significativos en materia social, lo que revela que tiene raíces profundas y una inercia que se ha trasmitido de generación en generación. En nuestra cultura y en el debate político de las ideas, debemos ser conscientes de este importante desafío. Cualquier plan de gobierno requiere darle a este tema una atención que sea imaginativa y constante.
La economía peruana crecerá poco menos de 3% durante 2024, aunque parte de esa mejoría corresponderá a un rebote de los efectos que tuvo el Fenómeno del Niño en los sectores pesquero y agrícola durante el año pasado. Las regiones y municipios, ya en su segundo año de gestión, vienen aumentando su gasto de inversión, ya aprendieron a gastar, no siempre eficazmente. El equipo especializado de seguimiento de la inversión privada del ministerio de Economía y Finanzas viene realizando una encomiable labor en superar trabas y acelerar trámites para la misma. Ojalá, la inversión en el proyecto de Tía María pueda iniciarse efectivamente antes de fin de año. Lo que no muestra aún señales de recuperación es la autoconstrucción. La confianza y los ingresos en las familias siguen encontrándose en niveles bastante frágiles.
¿A qué conclusiones podría uno aterrizar y qué reformas se podrían plantear mirando hacia adelante?
- En la tabla de los países por PBI per cápita, el Perú se encuentra en la segunda mitad. Ocupamos el puesto 95 de 179 países. Nuestro PBI per cápita es algo más de la mitad del mundial y 75% del correspondiente a América Latina y el Caribe. Contamos con una estabilidad macroeconómica saludable -gracias en gran medida a la gestión del BCR- pero también un severo desbarajuste político. Nuestra inflación anual puede caer al estimado del BCR: 2% o algo más este año; pero pronto -ni siquiera sabemos bien cuando- tendremos una elección con más de 30 candidatos presidenciales y con 2,000 candidatos al Senado. Tal vez una reforma constitucional a considerar sería que si en la primera vuelta los dos primeros candidatos presidenciales no suman el 55% de los votos, la elección debiera ser declarada nula.
- Con el precio del cobre, nuestro principal producto de exportación, por encima de US$ 4.5 la libra, la economía peruana debería aspirar a una proyección de crecimiento envidiable durante el próximo lustro. Lamentablemente, en el Índice del Instituto Fraser vamos bastante mal, nos encontramos en el tercio inferior de regiones y países respecto del atractivo para la inversión minera. El futuro crecimiento de la economía peruana dependerá, en buena medida, del número de proyectos significativos de cobre que pudiéramos desarrollar en el próximo lustro.
- En la prestación de servicios públicos básicos: seguridad, justicia, educación y salud; el estado peruano funciona bastante mal. Nuestros ministros de Interior vienen durando, en promedio, apenas tres o cuatro meses. Stefan Zweig tal vez contribuyó, con su conocida biografía, a generarle una imagen de genio tenebroso a Joseph Fouché, quien dirigió la policía durante la revolución francesa, el imperio napoleónico, y la vuelta a la monarquía. Podría ser una hipótesis audaz postular que el Estado francés moderno recién pudo afirmarse a partir del hecho que la revolución, el imperio napoleónico y la monarquía restauradora que las sucedieron, tuvieron, todos, un mismo ministro de Interior.
- Nuestro gasto en inversión pública resulta uno muy ineficiente. Basta recordar la situación de PetroPerú. En conjunto con el Consejo Privado de Competitividad y el auspicio del Instituto Bicentenario, el Instituto APOYO lanzó la semana pasada una aplicación #ReAcciona, que pretende promover la vigilancia ciudadana para la inversión pública, empezando en Arequipa. Tal vez el ejemplo de Estonia nos podría ser útil en la tarea de imaginar un salto cualitativo en la calidad del servicio público a partir de las nuevas tecnologías digitales.
- Por último, creo que deberíamos darle una atención especial a lo que será la conformación del Senado a partir de 2026. Me atrevería a afirmar que la estabilidad de mediano plazo en el Perú va a depender, por sobre todo, de reestablecer un Senado conformado por ciudadanos calificados y honorables. Debemos trabajar para lograr este objetivo.
Muchas Gracias.
Lampadia