Por: Felipe Ortíz de Zevallos
El Comercio, 10 de diciembre del 2023
“Tal vez la juventud de hoy se verá obligada a escoger entre ser la primera verdaderamente sostenible o la última”.
Para su seminario anual, el CIES le solicitó a Lord Anthony Giddens una conferencia magistral. El sociólogo inglés de 85 años, consejero del gobierno de Tony Blair, se refirió a las tremendas posibilidades y desafíos que el mundo enfrenta en esta era del Antropoceno, caracterizada por el impacto de la humanidad sobre los ecosistemas terrestres en paralelo con una transformación tecnológica sin precedentes. La COP28 viene teniendo lugar en estos días. En el 2015, por el Acuerdo de París, se planteó un tope de 1,5 grados Celsius para el calentamiento global. Un informe reciente del “Financial Times” estima que solo habría un 14% de probabilidades de que este objetivo finalmente se logre. Para ello, habría que reducir las emisiones de dióxido de carbono a un neto de cero en el 2050. Estas, sin embargo, alcanzaron un récord de 36.000 millones de toneladas en el 2021.
La “Tercera Vía” aplicada por Blair en su gobierno (1997-2007) fue sugerida por Lord Giddens. Con la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética, fue la primera vez que un gobierno laborista inglés reconocía la necesidad de una economía de libre mercado y la importancia de la empresa privada para la creación de riqueza. La izquierda marxista criticó muy severamente el abandono de la concepción de la lucha de clases como la principal fuerza histórica para el cambio social.
Para Giddens, nuestro mundo es uno que enfrenta oportunidades y peligros sin precedentes ni paralelo. Instituciones tradicionales –como la familia nuclear, los partidos políticos, no pocos elementos del Estado– se encuentran hoy en crisis. En el mundo tradicional, las acciones de las personas solían mayoritariamente seguir las costumbres. Era una sociedad más previsible. Ahora, los individuos cuentan con una multiplicidad de opciones y una amplia flexibilidad para muchos de sus actos. Para Giddens, la modernidad se caracteriza por una disociación del tiempo y del espacio. Surge la realidad virtual.
En las sociedades premodernas, el conocimiento lo tenían los mayores, unos que eran identificables, los chamanes del pueblo para simplificar. Las sociedades modernas, en cambio, requieren apoyarse en sistemas de expertos, muchas veces ausentes y en los que resulta necesario confiar. Esta distancia aumenta la conciencia del riesgo e intensifica la sensación de incertidumbre. Como las ciencias sociales no resultan exactas, siempre habrá interpretaciones; y cuánto más avanza la ciencia, más interpretaciones surgirán. La incertidumbre aumenta, y hay poca tolerancia a ella.
Para Giddens, la sociedad moderna constituye una “high opportunity-high risk”. Es obvio que el cambio climático constituye uno de esos grandes riesgos. En su libro “The Politics of Climate Change” (2009), analiza la particular complejidad de esta amenaza y sugiere algunas razones por las que, hasta ahora, no se ha actuado lo suficiente como para encararla bien.
También se ha referido Giddens reiteradamente al impacto crecientemente transformador de la revolución digital en nuestras vidas, así como en el futuro de la humanidad. Los avances que podrían lograrse –en medicina, por ejemplo– son hasta difíciles de imaginar. Ya los drones militares vienen trastocando las tácticas de guerra. Y en el sector privado, lo acontecido recientemente con Sam Altman en OpenAI revela que, ante inventos tan potentes y extraordinarios, viene dándose un intenso debate entre los propósitos últimos y las utilidades como objetivo prioritario en las empresas tecnológicas más avanzadas.
Giddens solía repetir que carecemos aún de suficiente información como para afirmar la validez probabilística de ser optimistas o pesimistas sobre el futuro de la humanidad. Uno lee revistas científicas o tecnológicas y se queda pasmado ante los avances más recientes. Uno revisa los titulares de la prensa diaria y cree que el mundo podría acabarse mañana. Tal vez la juventud de hoy se verá obligada a escoger entre ser la primera verdaderamente sostenible o la última.