Por Felipe Ortiz de Zevallos*
Perú21, 28 de julio de 2020
Jorge Basadre murió hace 40 años. No obstante, algunas de sus reflexiones sobre la República peruana siguen tan actuales y válidas como cuando primero las formuló.
Al explicar por qué el Perú perdió la Guerra del Pacífico en el siglo XIX, Basadre precisó dos causas: el Estado empírico y el abismo social. Y al resumir las razones por las que esta pandemia viene golpeando tan duramente al Perú del siglo XXI, uno podría contestar igual: el Estado empírico y el abismo social.
Por Estado empírico entendemos nuestra grave precariedad institucional: una democracia frágil, la carencia de una carrera en el sector público, la improvisación consecuente, un burocratismo de grosera ineficacia, el tráfico de intereses, un Poder Judicial lento y defectuoso. No faltan instituciones estelares –el BCR es ejemplo de ello–, pero constituyen unos pocos islotes modernos en un archipiélago estatal frondoso e ineficiente. La pandemia nos ha revelado terribles falencias en el sector salud, así como una grave inoperancia en la relación funcional entre gobierno central y las administraciones regionales y locales. Nuestra calidad institucional promedio es de las peores en el mundo.
Por abismo social entendemos las diferencias y desconfianza entre los muchos y diversos estamentos del país, una mochila aún pesada de prejuicios extendidos, la elevada informalidad, el abandono extremo que sufren aún poblaciones vulnerables del Perú profundo. El estimulante crecimiento económico de las últimas décadas atenuó algunas desigualdades y redujo la pobreza, pero los avances son, es obvio hoy, precarios y reversibles. Hay, por lo tanto, no pocos despeñaderos a sortear aún.
El discurrir histórico: hace 200 años (según el valioso libro de Bruno Seminario) vivían en el territorio del Perú algo más de 1.4 millones de pobladores. El valor de lo que producían era cercano a US$1,000 millones (en dólares americanos de 1990), un PBI per cápita algo menor a US$700 (y que había sido US$1,000 en 1800). En 1820, el PBI cayó 12% (algo menos de lo que va a caer este año) y en 1821 se redujo adicionalmente en más de 25%. La independencia de América le costó mucho al Perú. En 1824, año de la Batalla de Ayacucho, el PBI per cápita había caído a poco más de US$500.
Demoró hasta 1855 –segundo gobierno de Ramón Castilla– superar un PBI de US$2,000 millones, aunque entonces, con 2.2 millones de peruanos, el PBI per cápita aún no alcanzaba los US$1,000 logrados medio siglo antes. Este nivel recién se recupera en vísperas de la Guerra del Pacífico, tragedia que ocasionó otra devastación brutal en la economía peruana. A inicios del siglo XX no se había alcanzado aún el PBI de 1878.
El siglo XX empezó bien. El primer centenario se conmemoró con mejores cifras: en 1921, los peruanos eran cerca de 7 millones y su PBI per cápita de US$1,500. Dicho nivel recién se duplica 40 años después. Y la crisis de los 80, consecuencia de un populismo desatado, ocasionó una demora de 60 años adicionales para superar los US$6,000, el cuádruple que hace un siglo.
Ad portas del bicentenario, vale recordar las frases finales de Basadre en su Historia de la República: “A pesar de todos los esfuerzos, una inmensa tarea por hacer; a pesar de todas las realizaciones, una bella promesa aún no cumplida”.
*Fundador del Grupo Apoyo y embajador del Perú en EE.UU. (2006-2009)