El ministro de Economía, Luis Miguel Castilla, ha dicho que el modelo económico del Perú es el pragmatismo. Lo dijo en el Foro Económico Mundial para América Latina. “Lo que funciona, funciona. Lo que no funciona, simplemente lo desechamos”, explicó (Gestión, 25/4/13, p. 4).
Lo que no nos ha contado el ministro Castilla es cuánto cuestan estos experimentos.
¿Cómo sé qué cosa funciona y qué cosa no funciona? La única forma es probar.
Como no hay ningún principio de por medio, lo único cierto es el zigzag. Con ello, el gobierno puede, por ejemplo, considerar comprar los activos de Repsol en el Perú.
Antes con las privatizaciones conseguíamos miles de millones de dólares del extranjero. Ahora, con la estatización, pagaríamos miles de millones al extranjero.
Las ganas de hacer felices a los propietarios de Repsol son muy pragmáticas, porque “lo que funciona, funciona y lo que no, lo desechamos”. Total, si después el Estado no funciona como refinero o grifero, desechamos los grifos y las refinerías. Hay que ser pragmático.
El problema es que no sabemos en qué condiciones venderemos. No conocemos las condiciones futuras del mercado internacional ni tampoco las condiciones en que dejaremos esos bienes.
El gobierno no ha actuado ni actúa en este caso con transparencia. Solo por presión de la opinión pública las autoridades han reconocido que hay interés en la compra.
Cuando los gobiernos se confiesan pragmáticos revelan que entrarán en contradicciones.
Cuando no alcanzan la lógica y el sentido común, surge el pragmatismo.
Si el ministro de Economía tenía esta genial idea de re-estatizar, debió exponerla. Si no fue su idea, debe contarnos cómo la aceptó. ¿O es que él no se guía por ideas?
El ministro Castilla pretende darle un color ideológico a lo que no es otra cosa que una iniciativa por intereses. La ideología del pragmatismo es la ideología de los que no son coherentes, de los que no quieren dar explicaciones, de los no pueden explicar las contradicciones.
Reestatizar la refinería y los grifos es absurdo. El Estado debe concentrar sus energías en mejorar la seguridad, la justicia y la integración de los pueblos. No puede dedicarse a resolverle los problemas a las trasnacionales.
Estos negocios deben estar en manos privadas porque tienen riesgos. Los privados deben invertir mucho dinero para mantenerse en el mercado. Si fallan, deben asumir sus pérdidas. La pérdida empresarial es tan importante como la ganancia para la economía.
El mercado deja de funcionar si los privados son salvados por el Estado. Repsol debe venderle a otro privado, para ver cuánto valor agregó o quitó a los bienes que adquirió. Si compra, el Estado asume los errores del privado.
El ministro pide no pensar estas cosas. Pide ser pragmáticos. “Si funciona, funciona y si no, desechamos” (los bienes).
El gobierno no debe jugar con los escasos recursos de todos los peruanos. Antes de echarlos a perder, preferimos desechar el pragmatismo pro-trasnacional