Por Federico Salazar
(El Comercio, 10 de octubre de 2015)
El ministro de Economía y Finanzas, Alonso Segura, criticó al Fondo Monetario Internacional (FMI) por haber hecho proyecciones demasiado “pesimistas” sobre la economía peruana. El FMI ha rebajado su pronóstico de crecimiento para el 2015 a 2,4% del producto bruto interno. El MEF cree que será de 3%.
La economía peruana ha experimentado un frenazo. Casi resulta una frivolidad discutir por décimas de punto porcentual. Como si la realidad de la gente fuera a cambiar porque el FMI apuesta por una u otra cifra.
La política económica peruana debería ser indiferente a lo que diga el fondo. A este solo se le puede tener en cuenta por la influencia que tiene en el ámbito de las finanzas internacionales. Con el FMI basta con no discrepar sobre las obligaciones y los pagos. Si el FMI condiciona préstamos o calificaciones a ciertas metas de política económica, es una cuestión que debe resolverse según los costos o beneficios de su aval.
El ministro Segura siempre fue optimista. Y siempre se equivocó. La cantidad de pronósticos que cambió el MEF debe haber batido récord mundial. Y siempre el resultado fue peor del que esperaba. Es difícil, por ejemplo, medir el impacto del fenómeno de El Niño.
Es difícil, también, saber en qué medida se resolverán los conflictos socioambientales, y cuánto tiempo durarán.
La poca previsibilidad de la economía peruana se debe a lo que Jorge Basadre llamaba el empirismo en el manejo del Estado. Este gobierno tampoco sabe cómo recuperar el camino.
La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, quiso hacer un gesto diplomático en favor de la gestión peruana. Reveló que el presidente Humala le prometió que tratará de probar que estaba equivocada en sus proyecciones.
El gobierno, sin embargo, no ha dado ninguna señal de que ahora sí hará respetar los contratos o de que sabe manejar, de pronto, los conflictos sociales. No hay señal alguna de que se vaya a recuperar previsibilidad en el manejo de los asuntos públicos.
La señora Lagarde dio una recomendación que pretendió ser un homenaje a sus anfitriones en el Perú. Con ella dejó desconcertados hasta a los cocineros.
La directora gerente del FMI recomendó que todos sigan “el modelo de la cocina peruana”, que “es una combinación de prácticas óptimas de todo el mundo”. Se trata, dijo, de “refinar y modernizar recetas tradicionales, y de mejorarlas, utilizando una variedad de ingredientes”.
¿Lagarde hablaba de la gastronomía o de la economía? Su poco feliz metáfora, sin embargo, da una clave. Hace creer que los gobiernos pueden poner y sacar ingredientes, como si se tratara de una olla bajo el control de los ministros de Economía.
Nada más lejos de la realidad. Los ministros de Economía deben tratar de manejar los recursos públicos de manera que eso no haga daño a los recursos de la gente. Si logran mantenerse en esa línea, permitirán el crecimiento. Si juegan a la gastronomía, causarán gran daño y seguirán fallando en sus pronósticos.