Por Fausto Salinas Lovón
En el Perú se suele llamar “Perro Muerto” a aquella costumbre (más bien mala costumbre) según la cual se olvidan las deudas o se niegan a pagarlas.
En la mitad de los años 80 esta mala costumbre se institucionalizó cuando el novato presidente García anunció que no pagaría la deuda externa del país, por encima del 10% de las exportaciones. Al poco tiempo, pasamos a ser una nación paria en el contexto financiero internacional, dejamos de ser sujetos de crédito y el incremento del riesgo país terminó por cerrar las posibilidades de financiamiento externo y nos aisló del mundo financiero internacional. En la década de los 90s, costo mucho corregir esta situación y gracias a la sensatez macroeconómica se enrumbó el país. Reconocimos, renegociamos y empezamos a pagar nuestras obligaciones externas y volvimos a ser sujetos de crédito. 25 años después, somos un país que es sujeto de crédito internacional, nuestro riesgo país es de los mejores del continente y nuestro grado de inversión bastante aceptable.
Sin embargo, ¿esto es del todo cierto? ¿Somos realmente un país que cumple con sus obligaciones? ¿Cumple el Estado con pagar su deuda interna con la misma diligencia que paga las obligaciones internacionales?
¿Hemos abandonado realmente la mala costumbre del “Perro Muerto” o sólo la hemos disimulado?
Doy algunos ejemplos que nos llevan a pensar que esta mala costumbre del Estado y de sus agentes) no ha sido erradicada, sino simplemente disimulada y escondida debajo de la alfombra.
- La deuda a los FONAVISTAS (esos millones de peruanos a quienes se les descontó una contribución para vivienda y no se les dio nada porque el dinero se destinó a otros fines) sigue impaga, pese a que tiene Sentencia del Tribunal Constitucional y un referéndum que ordenan su pago por parte del Ministerio de Economía y Finanzas.
- Miles de docentes universitarios públicos (incluidos muchos cuya mediocridad no ameritaría ningún incremento salarial) esperan la homologación de sus remuneraciones, como dispone la Ley 23733 hace más de 30 años. El MEF no solamente no les paga, sino que arguye judicialmente para no hacerlo y acude al Tribunal Constitucional para pedir la inconstitucionalidad de las leyes dictadas para recordarle este mandato. A la fecha, sigue debiendo pese que el TC ya le ha ordenado pagar hasta en dos ocasiones.
- Miles de tenedores de bonos de reforma agraria no los pueden cobrar desde hace más de 40 años, porque sucesivos gobiernos se niegan a pagar estas deudas e inventa miles de maromas legales para no cumplir con estos acreedores, aún cuando algunos de ellos ya tienen sentencias firmes que ordenan el pago y han pasado más de 5 años sin cobrar en ejecución de sentencia. Obviamente, muchos de estos bonistas, ante la incertidumbre de si cobrarán algún día o no, han preferido vender sus bonos a Gramercy a precio nimio, ya que este Fondo si puede esperar todo el tiempo necesario para cobrar esta deuda en el Perú o en el extranjero, porque en los tribunales internacionales la lógica del Perro Muerto no funciona.
- Los propios jueces y fiscales provisionales del país, a quienes se discriminó con una bonificación por Función Jurisdiccional que se dictó en el gobierno del presidente Toledo para mejorar la calidad de la administración de justicia y que sólo llegó a los magistrados titulares, esperan años sin poder hacer efectivo su cobro, ya que el MEF no transfiere fondos para eso y ellos, no se sabe si por decoro o por temor, no son capaces de ejercer su poder de coacción sobre el Estado para hacer efectivos estos créditos reconocidos judicialmente.
- Son miles los casos de peruanos a quienes el Estado les hace el Perro Muerto. Los deudos de policías caídos en actividad a quienes no se paga pensión, los maestros a quienes no se les pagan las bonificaciones por trabajo en zona de emergencia y ni que decir de los miles de jubilados a quienes no se les pagan las deudas ordenadas por juzgados y tribunales. Todos ellos engrosan junto con docentes universitarios, expropiados de reforma agraria, magistrados y demás, la larga lista de las víctimas de un Estado que se niega a pagar sus deudas. Podríamos mencionar también a aquellos peruanos a quienes el Estado despoja de sus propiedades so pretexto de obras de interés social o por ser bienes del patrimonio cultural de la Nación, sin embargo, en tales casos la reflexión pasaría a ser de interés propio.
Mal podríamos decir entonces que la mala costumbre del Perro Muerto ha sido superada y que somos un país que cumple con sus obligaciones. Sólo cumplimos con aquellas deudas que nos permiten seguirnos prestando en el extranjero, pero no cumplimos con la deuda interna, porque el Estado no le interesa ser creíble ante sus propios ciudadanos.
Lo curioso es que en esta mala costumbre se alinean políticos, tecnócratas y burócratas de todo pelaje y orientación. Muchos de ellos alzan la voz en defensa de los derechos de los trabajadores, pero cuando están en el poder se olvidan de eso y hacen todas las triquiñuelas legales disponibles para no pagarles y tener caja para “otros gastos y obras”. Otros no pagan porque dicen que “no se deben pagar a los gamonales ni a los fondos buitres”. Otros, que curiosamente abogan por el respeto del Rule of Law, también se alinean a la hora de no pagar las deudas sociales cuando se han originado en exabruptos del Congreso o en leyes populistas o porque necesitan destinar recursos al pago de la deuda externa reciente para que las colocaciones de bonos actuales sean exitosas fuera del país.
Lo cierto del caso es que el Perro Muerto no está muerto. Sólo ha sido disimulado para el extranjero y lo ocurrido la semana antepasada con los anuncios de Gramercy en plena cumbre del FMI y del Banco Mundial no hace otra cosa que sacar a la luz la miseria que estaba debajo de la alfombra, para mostrar que no somos tan serios como queremos parecer afuera.
Esta política debe acabar. El Estado debe honrar sus deudas. Las externas y las internas, sin distinción. Si esto exige gastar menos en burocracia, programas sociales populistas, dispendio y obras a merced de la corrupción, debiéramos hacerlo ya, porque la deuda social y la desconfianza en el Estado crece cada vez más y no tardaremos en volver a ser parias internacionales porque no podemos pretender colocar bonos soberanos en el extranjero y buscar la clasificación top de grado de inversión, cuando al Estado no le da la gana de pagar los bonos emitidos en los 70s por la Reforma Agraria.
¿Habrá algún candidato valiente que ofrezca pagar las deudas del Estado, a todos a quienes este deba, sin distingo o discriminación alguna? Parece muy osado pensar esto en un país como el nuestro.