La gran lección de Alvaro Uribe y los colombianos
Fausto Salinas Lovón
Cusco
Para Lampadia
En mayo pasado, en una entrevista concedida a Jaime Bayly, el expresidente colombiano Alvaro Uribe dijo que el liderazgo político requiere más firmeza que cálculo. Los resultados del plebiscito colombiano del pasado 2 de octubre, donde el 50.24% de los colombianos le han dicho No a los términos en los cuales el presidente Juan Manuel Santos celebró la paz con las Farc, dejan una tremenda lección y muestran como la firmeza política también puede ser recompensada con el mayoritario respaldo ciudadano.
El presidente Santos calculó y estuvo dispuesto a aceptar condiciones indignas: la justicia transicional para asesinos, torturadores y secuestradores, la impunidad frente a crímenes graves, el pago de indemnizaciones en favor de las Farc, la participación política sin voto previo para miembros de las FARC, entre otras concesiones que la izquierda considera inaceptables para gobernantes o dictadores de derecha en otros países de América Latina. En buena cuenta dejó que esta guerrilla genocida imponga su plan de gobierno para Colombia a lo largo de las 297 hojas del acuerdo. Santos calculó que la paz se podía obtener a cualquier precio y que el anhelo de su pueblo podía pasar por alto todo ello. Calculó que el lugar que esta paz negociada le iba a conceder en la historia colombiana sería incluso más relevante que el que ocupa su tío abuelo el ex presidente Eduardo Santos Montejo, que gobernó Colombia en 1938. Calculó que la paz así sea una capitulación ante los Castro en la Habana, la usina del terrorismo latinoamericano, podía dar un Nobel.
Sin embargo, el cálculo del presidente Santos falló cuando creyó que el pueblo colombiano también estaba dispuesto a obtener la paz de esta misma forma y a cualquier precio.
Uribe por el contrario no calculó. Supo desde el inicio que su apuesta en contra de un acuerdo de paz de estas características era “políticamente incorrecta” en un país que busca la paz. No obstante ello, apostó por el NO. Uribe actuó con firmeza y no con cálculo. Denuncio que un estado democrático como Colombia estaba negociando con el principal cartel de droga del mundo. Advirtió que era un tratado de impunidad, que no habría cárcel ni extradición para los criminales. Supo que la “paz es cautivante” y que la lucha contra la impunidad es difícil; sin embargo persistió, fue firme y nos dio una tremenda lección de lo que puede conseguir la firmeza en la defensa de los principios y valores.
Sin embargo, la lección no ha sido sólo de Alvaro Uribe. El pudo haberse quedado solo, firme en sus ideas pero sin el respaldo ciudadano mayoritario. Sin embargo, el pueblo colombiano también actuó con firmeza antes que calculo y nos dio una tremenda lección: la paz no vale a cualquier precio. La paz negociada y bendecida por los mismos instigadores de la violencia no es aceptable. La paz que pone a un pueblo de rodillas ante sus verdugos y lo obliga a olvidar la justicia no es aceptable.
Cuanto hemos aprendido este 2 de octubre de Alvaro Uribe y de Colombia. Cuanto tienen que aprender de esta lección nuestros políticos, particularmente de la derecha latinoamericana y peruana, que calculan en lugar de actuar con firmeza.