En su artículo “El Perú vs. Kuznets”, Richard Webb sostiene que la reducción en la desigualdad de ingreso en nuestro país contradice lo postulado por la curva de Kuznets. Según esta, durante la etapa inicial del desarrollo (vinculada a los procesos de urbanización e industrialización), la desigualdad en la distribución del ingreso tiende a crecer, para luego estabilizarse y comenzar a descender cuando un país alcanza altos niveles de ingreso.
Es cierto que la desigualdad de ingresos viene disminuyendo en el Perú (medida por el coeficiente de Gini), y que eso contradice lo postulado por la curva de Kuznets. Pero esa no es toda la historia. El proceso de urbanización en el Perú comenzó en la década del 40 y la primera ley de fomento industrial se aprobó en 1959. Incluso si nos restringiéramos al actual modelo de desarrollo, este ha tenido vigencia durante un cuarto de siglo. Es decir, no nos encontramos en la etapa inicial del desarrollo sino en una etapa intermedia en la que, según Kuznets, el grado de desigualdad en la distribución del ingreso sería estable. El que esa desigualdad haya comenzado a descender contradice la curva de Kuznets, no porque debiéramos ver un incremento en la desigualdad, sino porque no deberíamos ver variación alguna.
Por eso, según Piero Ghezzi y José Gallardo, en pocos años el Perú debería sortear otra regularidad empírica: la trampa de ingresos medios. Según esta, la mayoría de países que alcanzan un determinado nivel de ingresos (unos 15.000 dólares per cápita) no consiguen dar el salto hacia la condición de país de altos ingresos.
Webb termina formulando dos preguntas: ¿Kuznets se equivocó? ¿O el Perú está encontrando un camino propio para el desarrollo? La respuesta a la primera pregunta sería afirmativa, por lo que la respuesta a la segunda sería “no”. El Perú no es el único país cuyo desarrollo contradice la curva de Kuznets. El coeficiene de Gini para una región de ingresos medios como América Latina se redujo de 0,54 en el 2000 a 0,50 en el 2010.
Y esa reducción en la desigualdad se dio bajo gobiernos de izquierda y de derecha, dependientes de exportaciones primarias o de exportaciones industriales. Es decir, el modelo de desarrollo no parece ser la explicación. Una explicación que sí es común a casi toda la región –y que según Nora Lustig y Luis López Calva es la principal razón de la caída en la desigualdad– es que se ha reducido la brecha en la educación secundaria entre ricos y pobres, en un contexto en que el crecimiento habría incrementado en mayor proporción la demanda por trabajadores con ese nivel de educación.
América Latina no es la única excepción a la curva de Kuznets: mientras países como Corea del Sur y Taiwán redujeron la desigualdad en una fase temprana de su proceso de desarrollo, desde fines de los años 70 los países desarrollados la han visto incrementarse.
Esa diversidad de circunstancias se debería a que, si bien la desigualdad se explica en parte por factores que no dependen en lo esencial de la política interna (como el cambio tecnológico), parte de la desigualdad sí depende de las decisiones que adoptan los estados, las que a su vez dependen de la naturaleza de sus instituciones políticas y de la influencia elativa que estas brindan a diferentes grupos de interés. Y sobre eso Kuznets tenía poco que decir.