La inversión privada ha sido una de las variables macroeconómicas más dinámicas de los últimos 10 años. Sin duda, ha sido la principal responsable para sostener las altas tasas de crecimiento económico de este periodo y será determinante en lo que ocurra con éste en los próximos años.
Lamentablemente, por un conjunto de factores externos e internos su dinámica se ha detenido. En 2012 y 2013 creció 15,6% y 6,5%, respectivamente. Desde el III trimestre de 2013 comenzó su fuerte desaceleración, llegando a mostrar una caída de 4% en el II trimestre de 2014. En conjunto, durante 2014 el flujo de inversión privada habría caído en 1,5%.
Las razones detrás de este comportamiento están en la caída de los términos de intercambio y en los efectos de corto plazo de la devaluación del sol. Ambos golpearon las expectativas empresariales. Casi lo mismo ocurrió en la mayoría de los países de la región, con sus respectivas singularidades.
Asimismo, otra barrera venía creciendo durante años: la tramitomanía (tramitología sería el estudio de los trámites). La caída de la inversión privada no ha sido causada directamente por esta maraña, pero parte de la solución a su estancamiento pasa por una simplificación administrativa.
La sensación de debilidad política del gobierno puede detener a algunos pero no a todos los inversionistas. Muchos de ellos están curtidos ante las crisis políticas recurrentes en el país: 30 premieres desde 1990.
Lamentablemente, las expectativas empresariales están estancadas y no se avizora una mejora sustantiva en los próximos meses. Por lo tanto, es muy probable que la inversión privada no crezca este año, en parte por las menores inversiones mineras (como está ocurriendo en casi todos los países mineros) y en mayor medida por el resto de la inversión privada, que es 3,5 veces más grande que la minera. La inversión privada se comenzará a encoger como porcentaje del PBI.