Elmer Cuba, Economista de Macroconsult
Gestión, 10 de febrero de 2016
El crecimiento de la economía peruana se ha desacelerado. Ha pasado de 6.4% en promedio en la década entre 2004-2013 a un promedio de 3% en el trienio 2014-2016. Mientras tanto, el PBI potencial continúa en 4.2%, pero si el próximo Gobierno no reactiva la economía en el primer cuarto de su periodo, el potencial de la economía también convergerá a ese magro dígito de 3%. Incluso, hasta podría seguir desacelerándose más.
Esto sería un fracaso de la política macroeconómica y de la política económica en general. Que una economía emergente y en desarrollo crezca al mismo ritmo que el promedio mundial no es para festejar.
Las políticas son conocidas, pero aplicarlas requiere una decisión política. Primero, la política macroeconómica debe ponerse al servicio de la reactivación mientras exista una brecha de PBI de tamaño importante, como es el caso. Es decir, el próximo Gobierno deberá ejecutar una política fiscal moderadamente expansiva junto con buscar un tipo de cambio real más procrecimiento del sector transable internacionalmente. Las autoridades actuales podrían allanar un poco este camino.
En paralelo, se debe actuar sobre los factores de producción y la productividad total de los mismos.
En el caso del capital humano el camino es largo y complejo. Los fundamentos se han iniciado en el Minedu y se debe mantener y fortalecer esa política. No se debe permitir el engaño masivo a familias pobres con educación de baja calidad, sea privada o pública. Acá las prioridades se han invertido. Para bienes y servicios menos importantes hay sistemas de atención al usuario. Telefonía, electricidad, agua, bancos y seguros, para el resto hay hasta libros de reclamos e Indecopi, pero para la educación…
En el caso del capital físico e infraestructura, nada mejor que un buen sistema de APP y de inversión pública, junto con cerrar la brecha del PBI. Esa brecha es un veneno para la inversión privada. Desmontar absurdos sobrecostos de ‘red tape’ también resulta mandatorio.
Finalmente, y tal vez más importante, está el reto de elevar la productividad. En este punto se puede adecuar una interesante iniciativa que viene siendo ejecutada en Chile. Allí se ha formado una comisión de la productividad con expertos académicos y de los sectores privado y público para realizar un diagnóstico y diseñar medidas de política. Creo que el actual Gobierno podría comenzar con este tipo de iniciativa para que se vaya ganando tiempo. Los políticos también pueden mostrarnos que su oficio además de competencia también es de colaboración, aunque en medio de la campana resulte una ingenuidad.
En cada sector y por tamaño de firma existen diversas barreras al desarrollo de las fuerzas productivas. Diversas ideas para el desarrollo productivo han sido tratadas en parte por el plan de diversificación productiva. Aunque este título ha generado dentro de nuestro ideologizado medio más polémica que consensos. Lampadia