Por: Elmer cuba, Socio de Macroconsult
Gestión, 14 de agosto de 2019
En menos de dos semanas la economía peruana ha recibido dos choques exógenos que afectarán su dinámica de corto plazo. Por un lado, tenemos la caída del precio del cobre –nuestro principal producto de exportación- y algo de presiones devaluatorias del sol. Por otro lado, el anuncio de las intenciones del Ejecutivo de dejar el poder y adelantar en un año las elecciones del 2021.
En el contexto externo, a diferencia de muchos países emergentes, que presentan cuadros de debilidad y baja capacidad de respuestas de política, la economía peruana cuenta con un cuadro de fortaleza macroeconómica con capacidades para resistir un entorno externo adverso. En el terreno macroeconómico, Perú no es Argentina, Brasil, Turquía o Sudáfrica.
La economía nacional muestra un bajo déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos, bajos niveles de deuda externa y una elevada liquidez internacional. Por si fuera poco, también está equipada para responder si los choques aumentasen su potencia. Tiene espacio fiscal y monetario para políticas contracíclicas.
Sin embargo, si bien dentro de todos los emergentes la economía peruana es una de las mejor preparadas, ello no la vuelve inmune a la desaceleración económica.
En el contexto interno, se ha abierto todo un abanico de posibilidades con un rango muy amplio. Desde una renuncia presidencial hasta elecciones en el plazo constitucional (2021). En cualquier caso, el periodo de transición política ya ha comenzado en agosto. La opinión pública está mayoritariamente a favor de un adelanto de elecciones en el 2020. Ello llevaría a que un escenario plausible sea el adelanto de elecciones para ese año. Dado ello, en términos del ciclo económico, no es irrelevante la fecha de las elecciones y cómo llegue el Gobierno a las mismas.
La incertidumbre sobre los resultados electorales esperada para el 2021 se adelantaría para el 2020. En ese sentido, es mejor que la misma se despeje antes que después. Lo que más afecta las decisiones de gasto privado es la incertidumbre. Mientras menos dure, es mejor. Asimismo, el Gobierno que se percibe a sí mismo y es percibido como débil y se resiste a tener objetivos más ambiciosos y en esa línea adoptar las políticas correspondientes. Es decir, para todo fin práctico, un año es mejor que dos.
Sin embargo, si bien se “gana” un año, se haría a costa de la institucionalidad. Asistimos a un recorte del periodo constitucional por una crisis que no sería tal. Si bien el Congreso ha sido fuertemente opositor al presidente Kuczynski, no lo ha sido así con el presidente Vizcarra. Ni de lejos de un modo que se haga ingobernable al país por este hecho y no por labores intrínsecas al Ejecutivo. El manejo de Tía María es el mejor ejemplo.
En definitiva, el viento está a favor de elecciones anticipadas. Sea en abril o en algún mes del 2020. Con las anteriores normas electorales y autoridades provisionales en ONPE y Reniec. Las grandes reformas tendrán que esperar otro alineamiento de astros.