El Mercurio
Editorial
22 de noviembre, 2021
Glosado por Lampadia
El país, sin renunciar a su voluntad de cambios, no está dispuesto a avalar proyectos radicalizadores ni a entregarle a algún sector una carta blanca para impulsarlos.
El peso del PC torna especialmente difícil todo esfuerzo moderador en el programa de Boric.
Los resultados de la elección de ayer constituyen un claro mentís a las tesis refundacionales que parecían haberse impuesto en el discurso público durante los últimos dos años. La ciudadanía no solo entregó la primera mayoría relativa al candidato que de modo más frontal ha cuestionado aquellos planteamientos, José Antonio Kast, sino que además optó por asegurar una integración equilibrada del próximo Congreso, particularmente en el caso del Senado.
Es esta una señal poderosa: el país, sin renunciar a su voluntad de cambios, no está dispuesto a avalar proyectos totalizantes ni menos a entregarle a algún sector una suerte de carta blanca para impulsarlos. Imposible es no ver aquí un mensaje hacia la Convención Constitucional, cuyo rumbo ha sido hasta ahora dominado por una lógica radicalizadora que, con su votación de ayer, una parte sustantiva de los electores ha rechazado.
Mérito indudable de Kast es haber sabido interpretar el malestar de un sector relevante de la ciudadanía frente a tal dinámica y, también, frente a las manifestaciones de violencia que la han acompañado. En momentos en que incluso sectores tradicionalmente comprometidos con la democracia y la institucionalidad se mostraban ambiguos en este ámbito, el candidato del Partido Republicano levantó un discurso cuya claridad los electores han premiado. Una mirada a su votación da cuenta, además, de su capacidad para hacerse cargo de temas como la crisis migratoria en el norte o la inseguridad generada por el narcoterrorismo en la llamada macrozona sur. En definitiva, el resultado de ayer confirma que —contra las visiones de un malentendido “progresismo”— las materias de orden público y seguridad constituyen un problema social grave y que golpea con especial dureza a los sectores más vulnerables: fue en estos, y no en una élite, donde se incubó el “fenómeno” Kast.
En cuanto a Parisi, más allá del caso inédito de un postulante que no pisó territorio nacional y sin embargo superó el 12% de los sufragios, su sorprendente resultado —y el de su partido— tal vez pueda entenderse como otra expresión de la desafección ciudadana con las dirigencias políticas, no del todo distinta a fenómenos como el que representó la Lista del Pueblo en la elección de convencionales. La magnitud de su apoyo obliga, en cualquier caso, tanto a prestar atención a las inquietudes de los electores que él supo encauzar como al peso de una estrategia electoral fundada en el uso eficaz de las redes sociales.
Evidente es el desafío, tanto para Kast como para Boric, de lograr convocar a aquellos electores que optaron por candidaturas más cercanas al centro político.
Boric, en tanto, recibió anoche un respaldo inmediato del timonel del Partido Socialista, quien lo justificó acusando a Kast de extremismo y vaticinando un escenario de profunda inestabilidad si este triunfa. Se trata, en realidad, del mismo discurso que su partido ha levantado contra el actual gobierno, al ejercer una oposición cerrada y hasta apoyar dos acusaciones constitucionales contra el Presidente de la República: antes que una verdadera preocupación por la estabilidad del país, tales planteamientos sugieren una radical intolerancia a la posibilidad de que la derecha o la centroderecha puedan dirigir el país. Gabriel Boric enfrenta una dificultad más de fondo: su programa de gobierno y su propio discurso, pese a ciertos esfuerzos moderadores efectuados durante las últimas semanas de campaña, encarnan precisamente el impulso refundador que el resultado de ayer cuestiona. Renunciar a aquello y asumir ahora el mismo gradualismo que el Frente Amplio tanto ha criticado desde su nacimiento a la vida política supone un renuncio fundamental. Pero, además, el peso del Partido Comunista dentro de Apruebo/Dignidad —que aparece como la colectividad más votada del pacto, y se impuso con holgura a los frenteamplistas en la emblemática carrera senatorial por Santiago— torna aún más difícil ese ejercicio.
Con todo, frente a una ciudadanía que nuevamente mostró ayer su desconfianza hacia el mundo político y sus lógicas, tal vez el mayor desafío que enfrenten José Antonio Kast y Gabriel Boric en esta segunda vuelta trascienda la simple pretensión de sumar aritméticamente nuevos respaldos. En un momento de alta incertidumbre, ante un panorama económico inquietante y después de dos años signados tanto por una explosión de expectativas como por acciones de violencia inéditas en 30 años de democracia, quien aspire a dirigir el país deberá demostrar la capacidad para, yendo más allá de su propia plataforma de campaña, empatizar con las demandas y justificadas insatisfacciones de las personas, ofreciendo a los chilenos una respuesta que, sin renunciar al realismo y al rigor técnico, resulte también esperanzadora. Lampadia