En su reciente entrevista, el presidente no mostró tener en sus manos las riendas del país
La entrevista que ofreció el presidente Ollanta Humala el domingo nos dejó con varios sinsabores. Se le notaba incómodo, contestaba sin precisión y no manejaba cifras esenciales. La imagen que proyectó no fue la que necesita el Perú: la de un líder que tiene ideas y argumentos claros y que dirige iniciativas precisas para resolver los problemas más importantes del país.
Veamos, por ejemplo, qué sucedió con el tema de la seguridad ciudadana. Frente a la primera pregunta sobre esta materia, el señor Humala se apresuró a responder que la seguridad no depende exclusivamente de él, pues en ella también influyen las acciones del Poder Judicial, el Ministerio Público y el Instituto Nacional Penitenciario (que el presidente aparentemente olvidó que depende del Ejecutivo). Empezó, así, tratando de deslindar responsabilidad.
Luego, el presidente fue incapaz de dar datos concretos sobre reducción de la criminalidad. De hecho, repitiendo un error que este gobierno ha cometido hasta el hartazgo, redujo el tema a un problema de “percepciones” que él no tiene cómo cambiar. Concretamente, señaló: “Pueden pasar 100 años y la gente puede seguir sintiéndose insegura”. Después, apuntó que la criminalidad viene de gobiernos pasados, excusando nuevamente a su gestión.
Como confirmó el ministro del Interior en una entrevista que publicamos ayer, en el 2012 la tasa de criminalidad se incrementó en 23% y siguió subiendo en el 2013 en un 5%. Hubiésemos esperado que el presidente Humala manejase estas cifras en vez de creer que la inseguridad es un tema de “percepciones”, que asumiese su responsabilidad y que señalase claramente cuál es el plan para que la delincuencia se reduzca durante este año. Pero eso no sucedió. Y, para colmo, el presidente continuó echándole la culpa a terceros: se quejó de que solo el 20% de los empresarios denuncia casos de extorsión (lo cual es comprensible en un país donde la policía incluso genera miedo entre los ciudadanos) y de que los medios de comunicación no inspiran confianza y que, en cambio, resaltan solo lo negativo, pues “más nos da ráting lo mórbido, lo criminal”.
En el tema económico, el señor Humala estuvo un poco mejor. Pero no tanto. Empezó explicando que la desaceleración económica “tiene una raíz en el contexto internacional”. Pero Estados Unidos y Europa ya no se encuentran en crisis y nosotros, sin embargo, venimos creciendo menos que cuando en el extranjero las cosas estaban más difíciles. En pocas palabras, afuera la situación mejora, pero adentro empeora. El problema, realmente, es interno, pero el presidente prefiere hacernos mirar hacia el exterior.
El señor Humala, además, reconoció que el gobierno debe trabajar en la reducción de la ‘permisología’, lo cual fue un punto positivo a su favor. No obstante, nuevamente trató de evadir responsabilidades, pues indicó que en este tema el problema se centra, en gran medida, en los municipios. Según el Indecopi, sin embargo, la entidad que más barreras burocráticas ha impuesto es el Ministerio de Transportes y Comunicaciones, dato que el señor Humala prefiere ignorar.
Lo que sí fue resaltable es que el presidente intentase enviar un mensaje de estabilidad a los mercados, remarcando que no deben haber cambios radicales en el manejo económico. Una aclaración que, presumimos, fue una reacción a sus desafortunadas declaraciones del jueves pasado con motivo de la firma del contrato por el cual se ordena modernizar la refinería de Talara. Ese día el señor Humala se despachó contra la participación privada y extranjera en el sector hidrocarburos, apuntando que la participación estatal era un tema de “dignidad”. Quizá para tratar de enmendar y enviar un mensaje de calma es que decidió dar esta entrevista, con la que sumó pocos puntos, pero, por lo menos, extendió un mensaje de estabilidad a los agentes económicos.
En general, el mensaje que transmitió el presidente es el de siempre: el Perú anda en piloto automático (y no habrán mayores cambios para bien o para mal). Desafortunadamente, no parece entender los problemas del país y no tiene la capacidad para tomar medidas efectivas para resolverlos. No sorprende que cunda la sensación de que nos falta un líder.