No tiene sentido tratar de integrar a la Alianza del Pacífico con el Mercosur.
Hace unos pocos días, el canciller chileno Heraldo Muñoz hizo una propuesta que, a primera vista, podría parecer atractiva a algunas personas: buscar mecanismos de convergencia e integración entre la Alianza del Pacífico (compuesta por el Perú, Chile, Colombia y México) y el Mercosur (compuesto por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Venezuela y Bolivia).
‘Integración’, sin embargo, es una palabra que puede entenderse de muchas maneras.
En este Diario creemos en la integración entendida como el esfuerzo de los países por levantar todas las barreras que dificultan que sus ciudadanos migren, muevan su capital o comercien entre una nación y otra. Creemos en la integración como sinónimo de libertad, porque esto brinda a la gente mayores posibilidades de decidir dónde vivir, de hacer negocios, de enriquecerse culturalmente y, en general, de mejorar sus vidas.
Esta concepción de integración es la que, precisamente, comparten los países miembros de la Alianza del Pacífico. Y la misma les ha permitido que, en tan solo dos años y medio de creada, hayan convertido a esta organización prácticamente en una zona de libre comercio y tránsito.
Este significado de integración, sin embargo, no ha sido compartido por todos los bloques regionales. La Comunidad Andina (CA) es uno de los mejores ejemplos de esto. A pesar de su ya larga vida (fue creada en 1969), hasta ahora la mayoría de sus países miembros sigue poniendo trabas al libre comercio proveniente de otras naciones de la CA. La libre movilidad de mercancías se ha quedado solo en el papel, pues muchos de sus integrantes crean barreras al ingreso de productos para proteger a sus industrias nacionales de la competencia extranjera.
Los países del Mercosur tampoco entienden la integración como la entendemos los peruanos, que además de formar parte de la Alianza del Pacífico desde hace más de 20 años venimos abriendo al mundo entero nuestro comercio. El Mercosur es un bloque que busca proteger a las industrias de sus países miembros de la competencia de otros países. Por eso es que tiene un arancel externo común para terceros estados. Mientras la Alianza del Pacífico busca conectar a sus miembros entre ellos y con el resto del planeta, el Mercosur busca conectar a sus miembros entre ellos pero aislarlos proteccionistamente del resto del mundo.
La razón por la que la CA y el Mercosur funcionan de esta manera tiene que ver con la filosofía que inspira los modelos económicos de varios de sus países miembros. No podemos esperar que Venezuela, Argentina o Ecuador –cuyos gobernantes no creen en el libre comercio– apuesten por un mercado más abierto y por la libre competencia entre sus empresas y las extranjeras.
La mejor prueba de qué poca apertura de mercado puede alcanzarse con los países del Mercosur es que ya estamos juntos en otra iniciativa de integración regional que, hasta el día de hoy, no ha podido integrar nada: la Unasur. Esta organización para lo único que ha servido es para realizar declaraciones líricas de unidad latinoamericana y legitimar las acciones abusivas de autoritarismos de la región como Venezuela. ¿Qué nos hace pensar que sería distinto esta vez?
Por eso, hay que tener cuidado con tratar de ‘integrar’ a los países de la Alianza del Pacífico con los del Mercosur [Que asistan pero para aprender]. Si ellos quisieran reducir sus barreras arancelarias y paraarancelarias para que los ciudadanos de todos los países puedan comerciar más fácilmente, enhorabuena. Pero lo más probable –conociendo el lado por el que se decantan ideológicamente estas naciones– es que no sea eso lo que tengan en mente. Por eso, no podemos incorporar a una iniciativa tan exitosa como la Alianza del Pacífico a socios que no estén mirando hacia la misma dirección y que podrían terminar complicando nuestro proceso de integración. En ese sentido, hay que felicitar a la ministra Magali Silva por haber mostrado poco entusiasmo frente a las declaraciones del canciller chileno.
El Perú tiene que seguir acercándose a todos los países que, como él, estén dispuestos a abrir sus fronteras. Y, para eso, debemos ser cuidadosos con a quién invitamos a la Alianza del Pacífico, no vaya a ser que la terminamos convirtiendo en otra de esas iniciativas de integración que solo desintegran.