Comentario de Lampadia:
El ministro Daniel Córdova no puede enturbiar el novel gobierno de Martín Vizcarra. Su renuncia no puede esperar más.
Por Editorial El Comercio
24 de abril de 2018
La ‘negociación’ (el propio ministro se ha referido a la reunión en esos términos) tuvo lugar el 4 de abril y en ella Córdova dice a sus interlocutores: “Acá estoy haciendo algo que es, de repente, no es muy correcto [sic], pero lo voy a hacer. Y el tema es el siguiente: ustedes me solicitan cambio de viceministro. Eso es lo que yo les doy. ¿Con eso levantan la medida de fuerza y me dan 30 días?”.
La respuesta de los voceros del Fiupap no se llega a escuchar en el video, pero la huelga no se produjo y ocho días más tarde, Soldi dejó efectivamente el puesto.
Colocado ante la incómoda evidencia, el ministro intentó defenderse frente a cámaras alegando que la gestión del referido funcionario era defectuosa y que en realidad, desde antes de la cita, él había tomado ya la decisión de reemplazarlo. La verdad, sin embargo, es que esa circunstancia, en la eventualidad de que fuese cierta, no cambia nada.
Nadie está discutiendo aquí la potestad del ministro de decidir a quién coloca en los puestos de confianza de su sector, ni si la gestión de Soldi hasta ese momento había sido buena o mala. Lo que se objeta es la furtiva utilización de la remoción de un funcionario como moneda de cambio. Porque el hecho de que Córdova se refiriese al trueque que estaba proponiendo como ‘algo no muy correcto’ indica que era perfectamente consciente de su naturaleza indebida.
Lo convenido por el titular de la Producción, no obstante, va bastante más allá de lo ‘no muy correcto’. Conceder una demanda de ese tipo a un gremio que amenaza con un paro constituye simplemente una grave capitulación de la autoridad del Estado. Una conducta que lamentablemente no es novedosa: de acuerdo al último reporte de Macroconsult, los últimos gobiernos no han enfrentado con determinación a las minorías organizadas, minorías que, siempre de acuerdo a la consultora, “muchas veces son de dudosa legitimidad o no representativas”.
Esta actitud no solo es grave porque el gesto puede estimular a otros sectores organizados de la población a adoptar el mismo mecanismo de presión para ver satisfechas sus exigencias o porque la exigencia planteada en este caso no pueda ser considerada precisamente una reivindicación de los potenciales huelguistas, sino porque el Estado y sus representantes no pueden convertir las decisiones soberanas que corresponden a su cargo en materia de negociación.
Córdova ha pretendido también argumentar que lo incorrecto es que “un ministro de Estado esté grabado por un viceministro en funciones”. Pero, aparte de que la atribución de la autoría del video es meramente especulativa, resulta evidente que estamos ante un intento de distracción. Censurable como es, el registro subrepticio de su conversación no mejora un ápice lo que hizo.
Ante el revuelo que la divulgación de esta negociación tan poco compatible con la autoridad que ostenta ha causado, el ministro de la Producción ha declarado que sería ‘ilógico’ renunciar.
Lo ilógico, en realidad, es que una persona que se supone técnica demore tan poco desde su asunción de una situación de poder para mostrar vocación de cambalache con temas y cargos que tienen una trascendencia pública que, ciertamente, va mucho más allá del tema concreto que intentó apaciguar el ministro Córdova echando a su viceministro por la borda.