Entrevista a Efraín Trelles Aréstegui
Por Carlos Batalla
(El Comercio, 27 de julio de 2015)
El historiador Efraín Trelles es un especialista sobre lo que ocurrió en el siglo XVI en el Perú, pero ahora nos sorprende abordando un tema del siglo XX: la creación del emblemático puericultorio Augusto Pérez Araníbar.
Trelles dice que el puericultorio peruano es un modelo único en América; y su fundador, Augusto Pérez Araníbar, un personaje con un corazón distinto, alguien que “te toca sin tocarte”; que le ha dejado huella, al punto que ahora trata mejor a su hijo.
Al leer su libro sentí que Augusto Pérez Araníbar estaba predestinado a fundar el puericultorio.
Sí. Se fundó en 1930 y le dedicó los últimos 28 años de su vida. ¿Qué hizo antes? Arequipeño, hijo de un rector de la UNSA, bachiller en Ciencias por la UNSA a los 17 años; viaja a Lima, está en el segundo año de medicina y llega la guerra, a la que acude con la mayor naturalidad. Los estudiantes se ofrecieron de voluntarios. Pé- rez Araníbar estuvo en el Alto de la Alianza y recogió heridos en Arica.
Fue miembro de la cuarta ambulancia…
Así es. Mirar a Pérez Araníbar es mirar a su generación. Tenía 23 años cuando se retiraron los chilenos del Perú, y sobre los hombros de su generación recayó la reconstrucción nacional; para ello tenían la riqueza que dejaron los chilenos. La suya fue la mejor Lima que hemos conocido y el puericultorio fue su última obra. Eso enternece. Sin embargo, no se les ha reconocido y ellos mismos, durante toda su vida, sintieron que nada que hicieran era suficientemente meritorio mientras las provincias del sur estuvieran cautivas.
¿A Pérez Araníbar le interesaba la política?
Tuvo actuación política, pero más contó con amigos civilistas y de otros partidos, porque eran sus pacientes. Demostró mucho manejo como cabildero, es decir, lobbista, que no es una mala palabra. Movió los hilos del poder gracias a esos contactos para una causa noble.
Cuénteme de los primeros años.
El puericultorio fue concebido en una noche de primavera por don Augusto y la loca de la casa, o sea, la imaginación. Cuenta que no podía dormir e imaginó un palacio. Entonces aprovechó el extenso terreno que donó Víctor Larco Herrera a la Beneficencia para el hospital psiquiátrico –partido por la avenida Del Ejército–, y logró el permiso de esta para construir. Luego vino la donación de Tomás Valle, Miguel Echenique y el propio Larco Herrera.
Fue un buen gestor.
Un gran gestor, sin más músculo que su condición de notable médico y persona. Hombres como Pérez Araníbar se necesitan en cada esquina. Su vida te hace ver que en el fondo no es que las cosas ahora hayan cambiado para mal. Él es un ejemplo de persistencia.
¿Qué personajes pasaron por el puericultorio?
Descubrí que muchas de las madres de mis amigos asistieron al puericultorio, porque, además de los internos, se acogía a niños y niñas pobres en la llamada escuela de verano. Estuvo el técnico Miguel Company, que un día llegó de visita y decidió quedarse cinco años porque se sentía mejor que en su casa; también el futbolista Alberto Gallardo: tú llegabas a saber cuál era el espíritu de Pérez Araníbar en un campo de juego cuando veías jugar a Gallardo. Otro fue Reynaldo Arenas, quien allí aprendió teatro como parte de las actividades; y Augusto Polo Campos, quien compuso una canción que es su testimonio de su paso por su querido puericultorio; la mamá de Gisela Valcárcel hasta los 13 o 14 años, etc.
¿Qué presidentes han hecho más por el Pérez Araníbar?
José Pardo y Barreda le dio el impulso inicial en su segundo gobierno (1915-1919); luego Leguía entendió el proyecto que pudo atajarlo, pero no, al contrario, ayudó a su construcción. Samanez Ocampo, en sus pocos días en el poder, en 1931, le dio el 6% de la venta de licores. Odría y Prado también apoyaron, pero creo que no es una entidad que deba esperar al presidente o fondos presidenciales. Obviamente, cuando se nacionalizó en tiempos del general Juan Velasco Alvarado, hubo un cambio radical. Luego dependió del Ministerio de la Mujer, y finalmente de la Municipalidad de Lima.
Es un historiador colonial. ¿Por qué investigó un tema del siglo XX?
Tienes toda la razón… Pero yo soy biógrafo. Puedo hacer una biografía de cualquier siglo. En algunos me sentiré más cómodo; por ejemplo, en el siglo XVI. Yo entro en el siglo XX por una deuda moral. Mi generación, la del setenta, la de los pelucones al hombro, nos formamos en el desprecio hacia la clase política del siglo XIX, porque no habían sido capaces de formar una nación, como si nosotros lo hubiésemos hecho mejor, ¿no? Ha habido una incomprensión total del siglo XIX, por eso siento que hay un sentimiento de reparación. Las fuentes que antes miraba con desapego, hoy me son reveladoras, me hablan, me dicen cosas. Yo no voy a explicar los siglos XIX y XX, pero quiero darles piel, color humano, y que cada quien saque su cuenta.