Se calcula que a lo largo de cuarenta años la sociedad internacional pasará, poco a poco, de la Pax Americana -en la que hemos nacido- a una ?Pax China?, que no logramos imaginar (ni desear). Ojalá que en ese tránsito no se geste una barbarie atómica que termine con nuestra historia y que los conflictos en Asia y Europa sean firmemente controlados por sus actores y la comunidad internacional.
Los meses que precedieron a la APEC en Pekín acumularon impresionantes tensiones alrededor del anfitrión, el hegemón chino que domina esos escenarios nuclearizados. Anotemos. Desaire ruso-chino a las sanciones USA/UE por las transgresiones en Ucrania; conflicto entre China y Japón por las islas Senkaku; disputas entre China y Vietnam, Filipinas, Tailandia, Brunéi y Malasia por las Islas Spratley; grave tensión con EE.UU. por el despliegue de fuerzas navales en defensa de sus aliados de ASEAN; y negativas repercusiones del acuerdo gasífero chino-ruso que limita la eficacia de las sanciones impuestas al Kremlin por Ucrania.
Los fastos espectaculares preparados en Pekín pretendían disimular ese entorno crispado. Pero más convincentes fueron el cordial apretón de manos con que el Presidente Xi Jingping recibió al resentido Premier japonés Shintaro Abe, seguido de similares expresiones con sus enojados vecinos sudesteasiáticos, y del anuncio de un TLC con Corea. No faltaron propuestas sobre acuerdos comerciales regionales de gran ambición ni otros en ciernes como el que se refiere al tren amazónico Paita/Brasil. Pero el pacto más significativo fue el que lograron China y EE.UU. sobre cambio climático; una decisiva contribución de los dos países más contaminantes a limpiar el difícil camino de la COP20, en Lima, y del acuerdo de París, que deben acercarnos a un régimen obligatorio y eficaz para detener el calentamiento global.
Como las anteriores, la ?Pax Americana? fue impuesta por el vencedor de una guerra. Lo que observamos ahora es la posibilidad de que, por primera vez en la Historia Contemporánea, el periodo que bosqueja la pujanza demográfica y económica del milenario Celeste Imperio -que en pleno siglo XVIII consideraba bárbaros a los demás países, y que por eso rechazó el pedido de Su Majestad Británica (1793) de establecer una Embajada en Pekín- será la potencia predominante de la ?Pax China?, sin tener que librar una guerra.
El modelo del ?Equilibrio de Fuerzas? que gobernó Europa desde fines del siglo XVIII y el siguiente, sería la lejana inspiración de la ?Pax China?, aunque, Dios lo quiera, con grandes diferencias. (1) Un modelo global y balanceado entre potencias grandes y medianas que, según el caso, acompañarían a otras naciones; (2) las principales armas provendrían del arsenal económico y las sinergias que lo refuercen; (3) Las Fuerzas Armadas serían una importante retaguardia disuasiva y racionalmente controlada para operaciones excepcionales e indispensables. Acciones diseñadas para alcanzar objetivos, minimizando los daños.
Coexistencia Pacífica Global podría ser el nombre del modelo de convivencia que, al parecer, estaría dando los primeros pasos.