J. Eduardo Ponce Vivanco, Ex Vice Canciller del Perú
Firmas Press
El ex Vice Canciller Ponce, con pensamiento crítico (tan escaso), hace un magnífico análisis de la visita de Obama a Cuba. Al respecto, en general, en los medios y en las redes sociales, estamos inundados de comentarios ligeros y e inconsecuentes.
En Lampadia coincidimos con Ponce, pues la dictadura de los Castro es una de las más ominosas de la historia. Como dice Montaner, “los Castro practicaron el narcotráfico por años, llevan más de medio siglo apoyando a los terroristas, han creado el primer lavadero de dinero mal habido del mundo. Pero ellos, sus familiares y un centenar de funcionarios y militares, viven como dioses desde hace décadas a costa de un pueblo empobrecido”.
Mal Obama, juega para la política interna sin el menor escozor por perder la oportunidad de hacer algo por el esclavizado pueblo cubano.
El positivo replanteamiento de las relaciones de EEUU con Irán fue resultado de una esmerada negociación que será parte del legado de Obama. No es el caso de la reconciliación con la dictadura de los Castro en Cuba.
Casi todos aplaudieron cuando Washington y La Habana acogieron la iniciativa del Papa Francisco (2013) en pro de una diplomacia de entendimiento. Se creyó entonces que las concesiones norteamericanas eran gestos iniciales para comprometer a Cuba en cambios de política que beneficiaran al pueblo cubano, aplastado por seis décadas de comunismo impenitente. Pero no ha sido así. Como si los tiranos Castro fueran merecedores de admiración, Obama los premiará con una visita sin compromisos recíprocos. Le ha costado conseguir que la agenda incluya encuentros con opositores; y ha debido limitarse a expresar “el deseo” de que su discurso -en un teatro bien cerrado – sea transmitido en vivo a los cubanos, para evitar que la prensa comunista lo edite a su antojo.
Como un sardónico homenaje a la condescendencia de Obama, Human Rights Watch denuncia que entre enero y febrero de 2016 se multiplicaron exponencialmente las detenciones arbitrarias. Ocurre cuando el partido de Obama enfrenta el populismo xenofóbico y arrollador del fascista Donald Trump. ¿Es concebible tamaño error de la primera potencia mundial, que no se achica ante China o Rusia, sino frente a la Cuba castrista?
La única explicación plausible es que la poca gravitación de América Latina en la diplomacia norteamericana reduce la influencia de sus expertos en la región. A pesar de la explosión demográfica latinoamericana en USA, nuestros vecinos del norte no nos conocen bien (¡nos llaman “hispanos”!). No entienden cabalmente nuestra diversidad porque no se dan el trabajo de hacerlo. La simplifican con un enfoque de conjunto que soslaya las diferencias nacionales.
Raúl Castro y Obama “presidirán” un partido de baseball USA vs Cuba. Nadie grafica mejor su significado que Andrés Oppenheimer (“Las vacaciones de Obama en Cuba”, Nuevo Herald 11/3/2016): “Imagínese si durante la dictadura de Augusto Pinochet, el presidente estadounidense Jimmy Carter hubiera viajado a Chile y asistido a un partido de fútbol junto con el general chileno”.
En una política exterior seria, los gestos solo se justifican cuando corresponden a la sustancia. En la visita de Obama solo habrán gestos, comenzando por la visita misma; la primera de un presidente norteamericano a Cuba desde 1928. En dos terceras partes de ese lapso, la isla de Martí ha sido víctima de la dictadura castrista que recibe al Presidente norteamericano, diciéndole – según Granma – que no cederá un ápice en “sus ideales revolucionarios y antiimperialistas”.
Está agotadora reiteración solo significa que la democracia y los derechos humanos seguirán siendo negados a los cubanos, mientras EEUU mira de costado. Lampadia