La reputada publicación española «Informe Semanal de Política Exterior» (N° 902, agosto 2014) trae el artículo «¿Cómo Alimentar al Dragón?», que incluye importantes datos:
Para el año 2050 se anticipa: a) una población mundial de 10,000 millones de personas que requerirían un 70% más de comida; b) el poder adquisitivo de los países en desarrollo superaría su crecimiento demográfico; c) para satisfacer esa demanda, la producción de granos debería aumentar un 50%, y la de carne duplicarse.
Se prevé entonces que a medida que la agricultura devore los bosques, aumentará la importancia de los alimentos de origen acuático, especialmente marino (en China ya se produce 1500 millones de toneladas/año de tilapia en piscifactorías). Son contundentes las ventajas de la acuicultura: se requiere un 1 kg de alimento para producir un kg de pescado; 2 kg en el caso del pollo; 3 kg en el del cerdo; y 7 kg para la carne de res. Desde el boom del cultivo de langostinos, salmón y tilapia en los años 80, la piscicultura ha crecido 15 veces (10% anual). Ha superado a la carne de vacuno por más de 70 millones de toneladas anuales, con el añadido de que los alimentos marinos tienen una elevada concentración del codiciado Omega 3.
La mayor piscifactoría en la costa caribeña de Panamá cultiva el bonito negro, un pez que puede vivir 15 años, alcanzar 2 metros y pesar más de 65 kg. Su principal alimento es la harina de pescado. El 70% de esta, y el 90% del aceite de pescado que se producen en el mundo, son consumidos por la acuicultura. El salmón, tan exitosamente cultivado en Chile, también demanda cantidades ingentes de harina y aceite de pescado, lo que exige una pesca de anchoveta sostenible. La principal fuente de alimentación de las especies carnívoras es la harina de pescado, cuyos principales productores somos Perú y Chile.
Esta envidiable situación nos presenta una perspectiva que une el corto con el largo plazos, el optimismo con la preocupación, y las posibilidades promisorias con las responsabilidades. El estudio, administración y explotación sostenible de recursos globalmente indispensables son imperativos si se quiere asegurar un futuro económico en el que los intereses de ambos países confluyan y se refuercen entre sí. La tarea es aún más compleja y trascendente, porque debemos enfrentar la incidencia del cambio climático en el Pacífico Sur*.
Sin embargo, aunque los peces no reconocen fronteras, la pesquería es una actividad ausente en la impresionante integración económica y la cooperación entre Perú y Chile. Si es obvio que el litigio de La Haya «enfrió» nuestra vecindad marítima, también es evidente que lo superamos ejemplarmente, y que el camino está abierto. Desde nuestros pescadores fronterizos hasta las empresas e instituciones interesadas en el futuro de la pesquería y la acuicultura, los dos países tienen un claro camino por recorrer juntos, en beneficio mutuo.
* La Universidad de Concepción y la FAO ya hicieron un Taller sobre «Cambio Climático, Pesca y Acuicultura en América Latina» (5-7 octubre, 2011).