Pronto se realizarán la Cumbre Interamericana (OEA) y la Cumbre Iberoamericana, donde el sonoro ?¿!Por qué no te callas!?? a Hugo Chávez, fue el último chispazo en estos encuentros que se repiten a sí mismos, socavando su propia credibilidad. Ambas agendas son copiosas, pero nunca incluyen el único punto que atrae a la prensa: Cuba. La invitarán, vendrá, quien vendría son preguntas de un ritual que siempre termina con la silla vacía del solicitado ausente.
Con la dignidad mellada por esta farsa recurrente, la comunidad regional aborda los temas infaltables: Democracia y Derechos Humanos. Ambos prioritarios y chocantemente antagónicos con la dictadura castrista y la masacre impune de la democracia y las libertades del pueblo cubano, que los Estados evitan condenar.
¿Quién puede respetar la seriedad de organizaciones que engríen a Cuba como un niño mimado, a costa de sus principios, normas, objetivos y mandatos constitutivos? No los venezolanos oprimidos por el chavismo. Ni la defenestrada diputada Machado acusada de conspirar para asesinar a Maduro (¡?); ni los dos estudiantes a quienes han quemado los genitales. La prisión abusiva de Leopoldo López será un eterno escarmiento disuasorio contra el derecho a la protesta. Nada protege a los presos políticos que la dictadura detiene al abrigo de la indiferencia latinoamericana. ¿Qué pensarán ellos de los ruegos a Cuba para que ?tenga a bien? participar en las operetas regionales que legitiman a dictaduras comunistas sin pedir nada a cambio? ¿Qué dirán de la reciente visita del Canciller español a La Habana, donde Raúl Castro se negó a recibirlo? ¿O de aquellos que, sin rubor, ofrecieron a Cuba asistir a una Cumbre Interamericana sin reintegrarse a la OEA? ¡Todos los derechos para los Castro y ninguna de las obligaciones! ¿Por qué esta insensatez colectiva que ofende el derecho y la equidad en beneficio de la tiranía más longeva del Hemisferio?
La revolución democrática contra Batista (1959) que todos apoyamos, mutó violentamente en la década siguiente para abrazar un totalitarismo rabioso y ofrecer a la URSS una plataforma nuclear, una punta de lanza comunista contra EEUU a pocas millas de sus costas caribeñas. Castro maldijo apasionadamente la democracia y intervino contra todo gobierno nacido del sufragio, fomentando guerrillas por doquier. Consecuencia: el rosario de dictaduras militares que asoló la región.
Cuba es una reliquia histórica suspendida en el tiempo, que los Castro veneran. Son ingenuos quienes piensan que atraerla al sistema regional contribuiría a su democratización. El comunismo no dará pasos que arriesguen el desmantelamiento progresivo de un sistema tan cerrado. La disolución de la Unión Soviética ha marcado la mente de los Castro, que jamás abrirán una puerta que los acerque a ese camino sin retorno.
Bien harían las diplomacias regionales en olvidar el fantasma cubano y dedicarse a una valerosa defensa de la democracia y la libertad en Venezuela, y en todos los pueblos de la región que sufren la distorsión del estado de derecho y los excesos que cometen los presidentes vitalicios.