El único mecanismo de integración mencionado en el Mensaje del Presidente Humala fue la Alianza del Pacífico (AP). La opción expresa un acertado compromiso que debe traducirse en una prolija ejecución de nuestra política exterior.
Recientemente, el gobierno de Chile tuvo la preocupante iniciativa de vincular la AP con el MERCOSUR. Aparentemente, la idea no fue bien acogida. Después de la última Reunión ministerial de la Alianza, dijeron que solo habían acordado una reunión «informativa» con los Cancilleres mercosurianos para hacerles conocer los lineamientos que rigen el otorgamiento del estatuto de Observador de la AP (que no incluye a organizaciones intergubernamentales sino a Estados), los avances logrados, la confluencia de las políticas económicas y comerciales de sus miembros, y los importantes tratados de libre comercio e inversión que los vinculan.
La primera duda sobre la veracidad de estas informaciones surgió cuando el Vice Canciller brasileño anunció que en la Cumbre del MERCOSUR que se acaba de realizar en Caracas, la Presidenta Rousseff propondría un tratado de libre comercio con la Alianza del Pacífico, adelantando la aplicación del arancel cero previsto para 2019 en América del Sur.
¿De qué se trata entonces? ¿De una simple «reunión informativa» de Cancilleres, como anunció la ex Canciller Rivas, o de un tratado de libre comercio con el MERCOSUR? ¿Es probable que en una Cumbre presidencial la mandataria brasileña se propusiera hacer un planteamiento tan importante sin haberlo consultado siquiera con los gobiernos de la Alianza? Tal vez, pero no es lo que se informó a la opinión pública peruana. Y eso no está bien.
Felizmente, las intenciones brasileñas no coincidían con las ideas del gobierno chavista. Como siempre, sus planes iban por otro lado. Granma, el bíblico diario del comunismo cubano, lo anunció alborozadamente el 29 de julio: «Es la hora del Sur americano». La extensa crónica informa que «el Mercosur se une al Caribe y Centroamérica con la creación de una Zona Económica Complementaria». Esta incorpora a Petrocaribe, al Caricom y, por cierto, al dúo ALBA-TCP (sigla del «Tratado de Comercio entre los Pueblos»). Granma afirma que esa zona «servirá de coraza frente a los vaivenes de la economía mundial. Es muestra también de que la integración económica es posible entre países tan iguales y diferentes a la vez».
En Uruguay, lamentándose sobre la situación del MERCOSUR, el respetado ex Vice Canciller Adolfo Castells se pregunta: «¿Cuál fue la agenda comercial? Prácticamente inexistente, en un Mercosur económico en ruinas» (Correo de los Viernes).
La Cumbre santificó la incorporación de Bolivia como miembro pleno del MERCOSUR, ignorando que es miembro de la CAN (lo que supone gruesas incongruencias de política comercial). En lugar de enfrentar la grave crisis de ese sistema de integración, sus presidentes optaron por ampliarlo con los países beneficiarios del petróleo chavista.
Si la Alianza del Pacífico es un éxito indiscutido, ¿por qué malograrla, asociándola con un MERCOSUR proteccionista que se ha convertido en una plataforma política del tercermundismo?