Escribo esta nota desde Paracas, donde una vez más el empresariado peruano cumple su ritual anual de hacer un alto para discutir sobre lo importante más que lo urgente. La CADE es un espacio para que el sector público y privado compartan preocupaciones y discutan potenciales soluciones. A lo largo de estos años de CADE se ha promovido este espacio para tratar de establecer una agenda común y entender cuáles son las tareas más apremiantes.
Este año se han escogido ocho temas, aunque muchos están relacionados entre sí. Un primer paquete está compuesto por temas donde la percepción es que se ha hecho poco y hay riesgo de que todo esté peor: corrupción y seguridad ciudadana.
En el segundo están temas donde la situación actual es mala pero se empiezan a ver acciones en la dirección correcta como educación, infraestructura y facilitación de inversiones. Hay otro grupo de temas donde la percepción es que ha hecho mucho pero mal y no se sabe cómo corregir: sistema judicial y descentralización.
Y, un último tema es el de diversificación productiva donde, desde el empresariado, hay mucho temor porque el Estado es malo en reconocer aquello que no funciona, y es peor aún en dejar de hacerlo si no funciona. Este es un tema emblemático del gobierno y es justo donde más se necesita que el sector público y el privado se ayuden a fijar una agenda común.
Toda política pública puede fallar porque se escogió mal el objetivo, por que el diseño fue erróneo o porque su implementación no fue eficaz. Basta que uno de esos tres elementos fundamentales falle para que la política pública no tenga el efecto deseado. Lo invito a que usted analice cada una de las ocho áreas con esta mirada.
Por ejemplo, la actual desaceleración de la economía refleja lo disfuncional que puede ser el diseño de la descentralización para la gestión macroeconómica. El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) trata de poner recursos en el bolsillo de la población cuando otras instancias del propio gobierno teniendo recursos no los utilizan. El MEF parece que puede hacer poco para activar los gastos cuando los gobiernos subnacionales tienen autoridades en problemas judiciales. Me parece que se está subestimando la necesidad de motivar a que la inversión privada no se detenga. El riesgo que tenemos enfrente es un 2015 con un crecimiento tan mediocre como el del 2014, que modifique no solo los discursos de cara al 2016 sino a sus principales protagonistas.
La ruta hacia el primer mundo no será fácil. Al Perú le faltan al menos dos décadas para aspirar a ser considerado un país de primer mundo. Basta mirar por la ventana camino hasta Paracas para notar todas las cosas que uno no ve en países de primer mundo, al menos no en la proporción que aquí se ve. Obviamente no me refiero a las bellas casas de playa o a la impresionante instalación de la planta de gas licuado. Me refiero a las casas precarias, sin servicios, carreteras congestionadas de una vía, la señal intermitente del celular y policías que miran al otro lado cuando un chofer hace una bestialidad en el camino. Optimismo sobra por aquí y eso es bueno porque cualquiera sea la receta para la solución de cada uno de nuestros problemas, esta receta tendrá grandes dosis de optimismo, persistencia y comunicación entre el sector público y el privado.