Eduardo Morón, Economista de la Universidad del Pacífico y presidente de Apeseg
El Comercio – Portafolio, 08 de enero de 2016
Hoy cuatro de cada 10 peruanos son parte de la clase media. Hace dos décadas era solo uno de cada 10. El crecimiento económico sostenido es el responsable de este progreso. Hoy, ese logro está en duda, pues por dos años consecutivos no hemos podido crecer por encima de lo conseguido por nuestros socios comerciales. Eso no pasó en el 2014 ni en el 2015 y la mayoría de analistas sugiere que tampoco pasará en el 2016.
El Perú por 25 años se dedicó a diseñar, desplegar y perfeccionar una serie de políticas para atender a los pobres y pobres extremos que ayudaron a transformar esos pobres extremos en pobres, y a esos pobres en vulnerables, y estos últimos en clase media. Lo que importa es seguir avanzando y evitar retroceder.
En medio del debate electoral se ha dicho que los candidatos están ignorando a esta enorme franja de la población. Es más, se ha dicho que el Estado la ha ignorado, pues más allá del fondo Mivivienda no existen políticas específicas para la clase media. Eso no es cierto.
Si hacemos un recuento de las políticas que en efecto ya existen, veremos que la mayoría de ellas se preocupan por aumentar o facilitar la acumulación de activos de la clase media (ahorros, vivienda), pero dejan de lado el problema de la vulnerabilidad de dicho estatus.
La gran diferencia entre clase media y la población vulnerable o pobre es que los primeros tienen la capacidad de gastar no solo en lo que necesitan sino también en lo que quieren. Son capaces de acumular más activos que los vulnerables o los pobres, pero todos enfrentan riesgos que son afrontados financieramente de muchas maneras, pero no necesariamente son óptimas. Pienso por ejemplo en aquellas mostradas por el reciente informe del BID sobre negocios en la base de la pirámide. Las polladas y juntas se utilizan en familias de ingresos bajos como mecanismo informal de aseguramiento en lugar de seguros formales de salud, patrimoniales o de sepelio. En estos mecanismos se privilegia la solidaridad y el acceso inmediato a los fondos, no necesariamente la eficiencia del sistema o su costo para quien los emplea. La pollada o la junta otorgarán una cobertura si uno o dos tienen problemas, pero claramente serán incapaces de atender un problema que afecta a todos.
Si hacemos un recuento de políticas para la clase media, encontraremos el fondo Mivivienda que busca abaratar el acceso a la vivienda propia, la educación superior gratuita en universidades públicas que otorga un subsidio a la acumulación de capital humano a los hijos de esas familias de clase media que les debería permitir mejorar el perfil de ingresos futuros de dichas familias. Otra política es la renovada exoneración a pagar impuestos sobre nuestros ahorros. Se incentiva la acumulación de activos con esta exoneración. Igualmente, el que quienes ganen menos de S/.2.880 al mes no paguen impuesto a la renta también es parte de las políticas para que esa clase media con acceso a un trabajo formal tenga mayor espacio para acumular activos.
La pata más coja de las políticas públicas no necesariamente está en su poca capacidad de permitirnos acumular más activos, sino en la ausencia de políticas que ayuden a manejar los riesgos de perderlos. ¿Qué pasa si la vivienda que compraron se viene abajo en un terremoto? ¿Si ese hijo universitario fallece? ¿Si ese padre de familia queda desempleado? ¿Seguirán siendo clase media?