Por Eduardo Morón
(El Comercio – Portafolio, 17 de Abril de 2015)
Charles Ponzi se ganó la fama e inmortalizó su nombre haciendo pirámides financieras. Si Carlos Manrique hubiera vivido antes que él, hablaríamos de esquemas Manrique. Pero como eso no pasó, seguiremos hablando de esquemas Ponzi. Estos esquemas tienen una receta estándar. Alguien nos ofrece rendimientos absurdamente altos si les confiamos nuestros ahorros. Para que la atracción sea imposible de resistir, esta institución nos ofrece pagar altísimos intereses. Por ejemplo, si hemos depositado S/.1.000 con ellos, nos pagan S/.100 al primer mes. Un retorno tan alto nubla nuestro juicio y nos apuramos a buscar más recursos para depositarlos, creyendo que esta pirámide es en realidad posible. Es más, llamamos a toda la familia para que nadie deje pasar esta oportunidad.
Para que una pirámide financiera pueda pagar estas tasas insostenibles se requiere que el flujo de nuevos depósitos crezca de manera continua. Las pirámides son insostenibles por una simple razón: no existen opciones de inversión que puedan sostener esos exagerados retornos.
Comparar el sistema de AFP con pirámides financieras es conceptualmente errado. Los retornos excesivos de una pirámide no se pagan con nuestros recursos sino con los aportes de otros incautos. En el sistema de AFP los retornos (nuestras pensiones futuras) se construyen con nuestros aportes y con la rentabilidad que se consigue a través de estrictas políticas de inversión en activos elegibles. En algunos casos, parte de nuestros aportes están constituidos por un reconocimiento que hizo el Estado de aportes individuales hechos hace muchos años al sistema de seguridad social estatal. Por ello, quienes calificaron pueden incluir dentro de sus aportes el bono de reconocimiento. Esta no es una dádiva estatal sino un reconocimiento a los aportes ya efectuados.
El afiliado a una AFP puede saber con certeza y en todo momento en qué activos están invertidos sus recursos. Por el contrario, en una pirámide la clave del negocio está en no transparentar dónde están invertidos los recursos.
Con los recursos que el afiliado acumula a través de su vida laboral puede escoger pensionarse a través de una renta vitalicia o mediante el llamado retiro programado. La diferencia más grande entre los dos esquemas es que el primero ofrece un pago por el resto de nuestra vida, el otro es solo por un tiempo determinado. Depende mucho de qué otros recursos tenemos, de nuestra situación familiar, de nuestra salud, y de muchas cosas más si preferimos una pensión más alta por poco tiempo o una pensión menor por mucho más tiempo.
Sugerir que las compañías de seguros que ofrecen rentas vitalicias operan como esquemas piramidales no tiene fundamento. El hecho de que las primas se cobren por anticipado no obedece a una intención de constituir una pirámide. Se hace de esta manera porque simplemente es imposible que nos cobren cuando estemos muertos. Así de simple. Ni la aseguradora ni nosotros sabemos nuestra fecha de fallecimiento.
Como el sistema de pensiones es reciente, es lógico que haya más primas que pagos de pensiones. En la medida que el sistema tenga muchos más pensionistas ese balance irá cambiando. Decir que esto es una pirámide revela que no se entiende de lo que se está hablando o que se quiere vender bombas de humo. El sistema tiene fallas, pero estas no son.