Esta semana el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) son anfitriones de los presidentes de bancos centrales y ministros de Finanzas de todo el mundo para compartir un espacio de reflexión y análisis de la coyuntura mundial.
Quisiera traer un tema que me parece de suma importancia y que aparecerá, en dos semanas, en el reporte que el FMI hace sobre la región. El FMI revisa qué es lo que la región ha hecho en esta década de abundancia, debido a los altos precios de los ‘commodities’, en comparación con otros episodios parecidos.
Lo primero que encuentra es que en realidad esta ha sido una década a todas luces excepcional. Nunca se tuvieron tan buenos precios de todos los ‘commodities’ que la región exporta a la vez y por tanto tiempo.
Lo segundo es que este aumento sin precedentes en la riqueza ha agregado en promedio a la región algo más del 12% del producto bruto interno (PBI) anual por diez años. Es decir, en una década y sin hacer mayor esfuerzo, en promedio los países de la región recibieron el valor de un poco más de un PBI anual. Esto es el promedio, pues hay países que recibieron 2, 3 y hasta 5 veces su PBI en el lapso de una década.
Lo tercero es que este aumento de la riqueza puso a estos países en la difícil decisión de gastársela pensando que era permanente, o ahorrar la mayor parte porque asumieron que en realidad era algo transitorio. Cuando uno gana la lotería, es claro que no volverá a ocurrir, pero en este caso es muy difícil confundir lo transitorio con lo permanente. La mayor parte de los países optó por gastárselo en mayor proporción que en episodios anteriores. Esta vez la región ahorró menos.
En cuarto lugar, este aumento de la riqueza no solamente se dio por buenos precios de los ‘commodities’, sino también por el impacto de las tasas de interés que los países pagan por su deuda externa, las cuales han estado en sus niveles mínimos. Este efecto combinado permitió que la región mejorara significativamente indicadores como los niveles de endeudamiento o el peso del pago del servicio de la deuda en los presupuestos.
En quinto lugar, todo esto permitió que en medio de la crisis global del 2008 la mayoría de los países se aventurara a poner en práctica una política fiscal contracíclica. Es decir, los gobiernos gastaron más con la justificación de que se podía parcialmente contrarrestar la falta de demanda externa con algo de demanda interna adicional. Esta política por naturaleza debería ser transitoria. Sin embargo, en la mayoría de los países de la región los estímulos no se retiraron nunca. Esto hizo que la reducción de la deuda se detuviera y en algunos países aumentó.
Las lecciones que sacamos son:
1) No podemos confiar en que los gobiernos siempre escogerán ser fiscalmente disciplinados;
2) Los gobiernos que enfrentan un aumento en la riqueza, en lugar de cerrar las brechas de infraestructura, encontrarán peores alternativas para gastar esos nuevos recursos (por ejemplo, entrar a negocios previamente privatizados, política asistencial para quienes no la necesitan, etc.).
Quizá se debería volver a discutir en la región si debemos introducir más reglas de cumplimiento forzoso en vez de confiar en la prudencia de unos pocos a la hora de decidir si se debe seguir la opción más difícil: pensar en el futuro.