El gobierno ha dado muestra de una extrema fragilidad al haberse visto forzado a tantos cambios en la Presidencia del Consejo de Ministros. No es novedad decir que se necesita ministros no solo capaces sino que estén un buen tiempo en el cargo, pues es difícil mostrar resultados sin una estadía mínima. La excepción a esta fragilidad ha sido el ex ministro de Economía Luis Miguel Castilla, quien estuvo los primeros 3 años y 2 meses del gobierno. El nuevo ministro tiene el reto de delimitar una nueva agenda, aunque dado que era el jefe de gabinete de asesores del ministro saliente, es difícil desmarcarse del camino ya trazado. ¿Qué hacer en estos últimos 22 meses de gobierno? Aquí dos sugerencias.
Primero: destrabar hacia adentro. Tal como lo reconoció el propio ex ministro Castilla en un reciente encuentro con empresarios, el principal problema que enfrenta el gobierno es la inconsistencia de la acción del Gabinete. Algunos ministros jalan para un lado, otros para el lado opuesto. Esto ha creado una sensación de desánimo entre los empresarios, pues a pesar de que son conscientes de la voluntad de destrabar de un sector del Ejecutivo, ven que esa voluntad no es generalizada. Si eso no cambia, es difícil que cambien las expectativas empresariales. No se trata de reanimar los espíritus animales a punta de nuevos paquetes reactivadores, sino de resolver temas complejos que han detenido el crecimiento de la inversión privada.
Segundo: promover la discusión de las reformas que faltan. En el evento que mencioné líneas arriba, el ex ministro Castilla señaló que el MEF tiene listo un proyecto de reforma laboral pero presentarlo en el Congreso podría implicar la desintegración de la bancada oficialista, poniéndonos en un escenario peligroso. Con esto en mente, uno debe ser más realista y procurar resolver lo que realmente es un obstáculo. En el tema laboral, si se pudiera al menos para los nuevos entrantes al mercado de trabajo eliminar (ahora sí) la imposibilidad de despido sería un triunfo. Esta es la barrera que realmente detiene decisiones de contratación y formalización. Es cierto que hay muchos costos innecesarios para la formalización de la mano de obra. Pero el no poder despedir a alguien porque el Tribunal Constitucional entiende que cualquier despedido –así haya sido debidamente compensado económicamente– puede tener el derecho a ser repuesto en su cargo. Esto simplemente atenta contra el sentido común. Las empresas pueden querer durar para siempre pero no todos lo lograrán y está bien que así sea.
Al ministro Segura le toca liderar la batalla de convencer de la lucha contra la informalidad, que es el principal problema del país y para empezar a resolver el tema, se debe iniciar la reforma del mercado laboral.
Hay otras reformas – como la del proceso de descentralización– en las que es imperativo resolver algunos de los problemas pendientes. El propio ministro ha señalado que el problema no es la plata, sino la ejecución. Esta desaceleración ha sido en parte autoinfligida por el colapso de la inversión pública. La política macroeconómica es disfuncional si tenemos un componente tan impredecible y de tan difícil control como la inversión pública.
Finalmente, si el ex ministro Castilla pudiera hacerse cargo del proceso de ingreso a la OCDE, completaría una tarea de enorme beneficio para el país.