Por: Eduardo Morón
Gestión, 19 de noviembre de 2020
La crítica situación del Perú debería empezar a normalizarse. La elección de una opción más de centro y enfocada en la tarea de la transición democrática y la atención de la emergencia sanitaria debería obtener mayor legitimidad en la población. Sin embargo, existe una montaña de riesgos que podrían descarrilar el camino hasta fines de julio. Enfoquémonos en mitigar estos riesgos si queremos que este gobierno cumpla con su mandato más imperativo: una transición ordenada.
El mayor riesgo sigue siendo la hiperactividad y la falta de alineamiento entre Poder Ejecutivo y Poder Legislativo. Igual que con el expresidente Vizcarra, la actual administración tampoco tendrá una mayoría en el Congreso. La gran diferencia es que el peso del Congreso hoy se ha desinflado por su miope acción que no valoró las potenciales consecuencias de una vacancia, poniendo al país en esta crisis política en medio de la crisis económica y sanitaria.
Previo a la explosión de la crisis política la recuperación de la economía ya estaba en marcha y las cifras más recientes así lo muestran. Asimismo, las cifras del impacto de la pandemia han mantenido su evolución favorable en los últimos meses. Eso no quita que el nuevo ministro de Salud enfrenta varios retos: (1) un imprescindible cambio de enfoque en la detección; (2) acelerar el proceso de compra y aplicación de algunas de las vacunas que reforzarán el proceso de normalización de nuestras vidas; y (3) prepararse para la amenaza de una potencial segunda ola de contagios que podría traer abajo todo lo avanzado tal como está ocurriendo en Europa.
El Congreso no debería interrumpir esta recuperación con medidas que den un tiro de gracia a las endebles finanzas públicas pospandemia. Como punto inicial se debería archivar la absurda propuesta de “devolver” aportes a la ONP. Pero no es la única propuesta que con la justificación de la emergencia todos los partidos (incluyendo al del actual presidente) han venido aprobando que tienen como común denominador buscar ganarse votos de cara a la futura elección presidencial. La consigna de repartir sin importar el costo de las decisiones debe parar. Esto es suicida. Están hipotecando las finanzas públicas, la creación de empleos adecuados, el futuro crecimiento de la economía, y el financiamiento de la vejez.
Si la nueva administración no es capaz de moderar la irresponsabilidad mostrada en todos estos meses por el Congreso conducir una transición democrática será una victoria pírrica porque la mochila que se le dejará al próximo gobierno será demasiado pesada. Una pieza institucional fundamental para que esto ocurra es garantizar que el nuevo Tribunal Constitucional no responda a este Congreso.
Algunos sectores políticos han aprovechado esta crisis política para contrabandear una mochila aún más pesada y que introduce más incertidumbre innecesaria: introducir en abril una convocatoria a una Asamblea Constituyente. Para empezar, los problemas más urgentes del país no se resolverán con un nuevo texto constitucional. En serio, ¿alguien cree que la informalidad de 70% desaparecerá o el sistema de salud funcionará como en Inglaterra porque adoptamos una nueva Constitución? El elefante en la habitación es la pobre calidad de los políticos que elegimos. Sería ideal poder controlarlo en la puerta de ingreso, pero es impracticable con tantos partidos. Lo que queda es que la puerta de salida sea muy ancha para activarla cuando se necesite. Para ello, sugiero darle prioridad a que la Comisión de Ética no esté en manos del propio Congreso.
*Opinión personal