Editorial
El gran fracaso de la izquierda brasileña
El semidiós de la izquierda latinoamericana, el padrino de Chávez, del Alba y del ‘socialismo del siglo XXI’, el forjador del ‘Foro de Sao Paulo’, nada menos que Lula da Silva, el ex presidente de Brasil por dos períodos y líder del todavía gobernante Partido de los Trabajadores, cae a lo más bajo, corrupción, manipulación política y aprovechamiento de escudos legales para protegerse de la justicia.
La frase del recuadro superior, publicada por la Nación de Buenos Aires, pinta a Lula de cuerpo entero. Ese es el tradicional fariseísmo de la izquierda latinoamericana. Se dan el lujo de criticar las cosas buenas y malas de sus opositores antes de llegar al poder, pero una vez en él, caen en lo más bajo imaginable.
Está claro que Lula está implicado en la corrupción de Petrobras, el ya famoso ‘Lava Jato’ y, cuando el probo y riguroso juez Sergio Moro lo incluye en las investigaciones, Lula acepta entrar al gabinete de Dilma Rousseff para tener inmunidad y pasar su caso del juez Moro al Supremo Tribunal Federal, en el que su partido (PT) tiene influencia. Una vergüenza mundial sin nombre.
Afortunadamente, el juez federal brasileño, Itagiba Catta Preta Neto, ordenó anular el acto e invalidar cautelarmente el nombramiento de Lula como ministro. El gran Lula solo fue ministro por 40 minutos.
La otra cara de la medalla de la crisis brasileña es sin duda la fuerza de ánimo, rigurosidad y consistencia de la justicia carioca. Esto sería producto de una reforma de hace algunos años, que incorporó nuevos jueces jóvenes y muy bien remunerados al sistema judicial. Un tema que debemos investigar y seguir en el Perú.
En cuanto a la suerte (mala) de la nueva izquierda latinoamericana, sus tres íconos, Chávez-Maduro, los Kirchner y Lula-Rousseff, han caído a un abismo del que no podrán salir por mucho tiempo.
Nos imaginamos que durante las noches, nuestros izquierdistas locales, estarán sintiendo la desolación de los huérfanos. Decimos noches, porque durante el día siguen aún jugando al más atávico populismo.
Lamentablemente, Brasil ha perdido su mejor oportunidad de desarrollo. No solo ha destruido la política y la confianza de sus ciudadanos en sus líderes, también destrozó su economía que se hunde en la recesión. Desperdició los mejores años del ambiente global para el crecimiento con sus absurdas políticas aislacionistas, proteccionistas, mercantilistas y clientelistas. Todas ellas envueltas en un gran ropaje de soberbia. Ojalá aprendamos de estas lecciones y podamos encontrar, algún día, auténticos nuevos líderes de una izquierda honesta, moderna y globalizada. Lampadia