Edward Trujillo
Perú21, 26 de febrero del 2025
«La absurda moratoria a los organismos vivos modificados es perversa, anticientífica y antidemocrática: perjudica especialmente a los agricultores más pobres».
Desde que se inventó la agricultura, hemos modificado los genes de plantas silvestres, cruzándolas y seleccionándolas para aumentar su valor nutritivo y otras cualidades. Y el Estado nunca se entrometió para decirle al agricultor qué no sembrar. Así, tras largos siglos y mucho esfuerzo, nuestros ancestros generaron la diversidad de cultivos nativos que hoy nos orgullecen, pero que también sufren cada vez más los efectos de la crisis climática, la escasez de agua y fertilizantes, la aparición de nuevas plagas y una notoria pérdida de productividad.
La ingeniería genética ofrece soluciones rápidas, seguras y efectivas a estos problemas. Comercialmente, existen semillas transgénicas para unos pocos cultivos, pero de demostrado impacto positivo para agricultores y consumidores en todo el mundo. Ahí están el maíz y algodón resistentes a insectos y herbicidas, la soya resistente a la sequía, el tomate morado rico en antioxidantes, y la papaya resistente al virus de la mancha anular. Las posibilidades son infinitas y se extienden al diseño de alimentos que pueden aliviar deficiencias nutricionales, reforzar el sistema inmunológico, e incluso prevenir enfermedades. Pensemos en el arroz dorado enriquecido con betacaroteno, un precursor de la vitamina A.
Hoy, con el rápido avance de la ciencia, vienen surgiendo nuevas técnicas moleculares de modificación genética que superan incluso a la transgénesis en rapidez, precisión y eficacia. Y todas estas tecnologías se pueden aplicar de manera segura, poniéndolas al servicio de nuestros agricultores (también ganaderos, avicultores y acuicultores) y la seguridad alimentaria del país. ¿Se imaginan la revolución que significaría poder mejorar nuestras especies nativas en solo un par de años? ¿Quién no quisiera producir tarwi sin sabor amargo, café naturalmente descafeinado y resistente a la roya; plátanos que duran más tiempo sin echarse a perder, y además, libres de fusarium; cacao bajo en cadmio para exportación; papas resistentes a la rancha? ¿Qué agricultor rechazaría la posibilidad de cultivar arroz, papa, maíz, palta o mango de mayor rendimiento y resistentes a la sequía?
La ciencia nos permite hoy modificar el ADN de cualquier ser vivo para abordar retos urgentes en salud, alimentación, energía y ambiente. La absurda moratoria a los organismos vivos modificados es perversa, anticientífica y antidemocrática: perjudica especialmente a los agricultores más pobres, a esos que no se pueden dar el lujo —que solo unos pocos tienen— de decir “estamos bien así, producimos y exportamos bien”. Además, hace años que el Perú ya no es un país libre de transgénicos, pues estos se cultivan de manera clandestina, y nosotros, y nuestros animales, los consumimos diariamente. Es hora de acabar con tanta hipocresía.
Por eso yo te digo, hermano campesino: El socialista oenegero no comerá más de tu pobreza. La ciencia te hará libre. Y rico.