Diego Macera
El Comercio, 17 de diciembre del 2024
“La oportunidad es ideal para crecer sostenidamente, pero no va a durar para siempre”.
Poco a poco y a trompicones, los astros se alinean a favor del Perú. No en la arena política, por supuesto, en la que nos encaminamos a una elección caótica, ni en la de seguridad ciudadana, pero por lo menos sí en el frente económico internacional. A pesar de la reducción del crecimiento de China (hoy el gigante crece a la mitad de velocidad de la década pasada), los vientos externos son favorables.
El mejor ejemplo son los términos de intercambio que enfrentamos –es decir, la relación de precios de nuestras exportaciones y nuestras importaciones–. Con el precio récord del oro, valores muy buenos del cobre y el barril de petróleo (que importamos) muy cerca de su promedio de las últimas dos décadas, los términos de intercambio para el Perú están en su mejor nivel en al menos 50 años. Entre enero y octubre de este año, el valor de la balanza comercial (la diferencia entre el valor total de las exportaciones menos el valor total de las importaciones) fue de US$18,4 mil millones a favor del Perú, un récord absoluto y un 36% más que durante el mismo período del año pasado.
En segundo lugar, desde el campo financiero, las cosas no pintan nada mal. Después de un fuerte episodio inflacionario global, la gran mayoría de bancos centrales viene reduciendo sus tasas de interés. La Reserva Federal de EE.UU., la referencia más importante, redujo su tasa de referencia ya en 0,75%, y se esperan nuevas reducciones (aunque quizá algo más moderadas por las políticas potenciales inflacionarias del futuro presidente Donald Trump). Así, si bien el mundo podría ya no volver en un buen rato a las épocas de dinero ultra barato posteriores a la crisis financiera del 2008-2009, el panorama es cada vez mejor para las empresas que buscan financiamiento para nuevas inversiones. Eso nos beneficia.
En tercer lugar, las tensiones geopolíticas y comerciales entre EE.UU. y China sin duda suponen un riesgo, pero también una oportunidad en diferentes campos. Cadenas de valor para EE.UU. o Europa hoy concentradas en Asia podrían progresivamente migrar hacia Latinoamérica. Shannon O’Neil, vicepresidenta del Council on Foreign Relations (CFR), escribió hace poco que, en términos geográficos, Latinoamérica es una zona “ricitos de oro” para las empresas de manufactura estadounidenses: ni tan cerca de EE.UU. para concentrar el riesgo, ni tan lejos para crear problemas logísticos. Si China invierte en el puerto de Chancay, el Perú puede aprovechar el contexto para fomentar inversiones de potencias rivales en otros campos en una sana competencia. No es un juego fácil, pero podría resultar tremendamente beneficioso si se juega bien.
Finalmente, el potencial del Perú en energías renovables y los materiales críticos para su masificación global hacen suponer que el buen momento de precios y el atractivo para invertir seguirá aquí por un tiempo indefinido. Esa predictibilidad ayuda enormemente a la toma de decisiones que son de largo plazo.
El contexto internacional, pues, nos sonríe. Aspectos comerciales, financieros, geopolíticos y energéticos juegan a nuestro favor. La oportunidad es ideal para atraer capitales, cerrar brechas, generar empleo y crecer sostenidamente. Pero no va a durar para siempre. En otras palabras, el mundo por ahora nos está dando una manita. ¿La vamos a aprovechar?