Entrevista a Diego Macera
Expreso, 12 de mayo del 2024
Por: Aaron Salomón
La ruta que llevamos, de no cambiar nada, terminará con el país perdiendo el grado de inversión en los siguientes años, alerta director del IPE. Considera que el contexto político deprime las expectativas y nos cuesta crecer.
¿Qué significa la baja de calificación de Standard & Poor’s a ‘BBB-’ al Perú?
Significa que, para S&P, el Perú es algo menos confiable como sujeto de crédito. De seguir esta ruta, las tasas a las que el país tendrá que acceder para financiarse serán más altas. Eso implica más gasto en intereses, y menos gasto en otras funciones como salud, educación, infraestructura, etc. Al mismo tiempo, afecta también las calificaciones de créditos de las empresas que operan aquí, como sucedió ya con algunas de las financieras más importantes en la evaluación de S&P. Eso deriva en créditos más caros, y menos inversión.
¿Por qué las otras dos calificadoras, Fitch Ratings y Moody’s, no han optado por bajar la calificación crediticia del país?
Personalmente, creo que ha sido algo prematura la rebaja de S&P. Los problemas que atraviesa la economía peruana son innegables, y mucho tienen que ver con la incertidumbre política que menciona S&P, pero no estoy seguro si ameritaba, en este momento, una rebaja que nos deja a un peldaño de perder el grado de inversión. Los fundamentos macroeconómicos, aunque menos fuertes, siguen sólidos, sobre todo si estamos hablando de probabilidad de repago de deuda. Es claro que la ruta que llevamos, de no cambiar nada, termina con el país perdiendo el grado de inversión en los siguientes años; mi duda es si era justificable esta reducción en este momento en particular, con el producto tratando de volver a agarrar velocidad y las expectativas con cierta mejora.
Si las tres calificadoras nos bajan la calificación, ¿la consecuencia es que el Perú deje de ser un país atractivo para las inversiones?
Los inversionistas evalúan varios aspectos antes de arriesgar su capital. Sin duda uno de ellos es la seriedad del país, y una proxy de eso es el grado de inversión. No es lo único, pero es importante, sobre todo para empresas con mucha exposición al Perú y cuya posibilidad de honrar sus deudas depende en buena cuenta de cómo le vaya al país.
Antes se hablaba de las cuerdas separadas, pero, de acuerdo a Standard & Poor’s, la baja en la calificación es por la incertidumbre política.
La historia de las cuerdas separadas nunca fue del todo cierta. Lo que sucede es que en estos temas es imposible ver el contrafactual, es decir, qué hubiese pasado si el Perú, mientras crecíamos al 6%, además hubiera tenido una clase política adecuada, con un Estado competente y funcional. Es innegable que crecimos, pero pudimos crecer mucho más y mejor, con cierres de brechas más efectivos y sacando a más gente de la pobreza. Ahora, el contexto político deprime las expectativas y nos cuesta crecer del todo. Nunca hubo cuerdas separadas, solo que ahora es más obvio que antes.
¿Esta es responsabilidad exclusiva del gobierno de Dina Boluarte? Lo digo porque desde la gestión de Ollanta Humala no se nota un crecimiento económico importante, como sí se experimentó en la administración del presidente Alan García, en donde éramos un “milagro económico”.
Eso es cierto, desde mediados de la década pasada no crecemos bien, y ya el 2022 fue el primer año –aparte del covid del 2020– en que crecimos menos que el promedio de la región desde el 2004. Parte de la desaceleración del gobierno de Humala se podía atribuir a precios de commodities menores que durante el segundo gobierno de Alan García, pero eso no era toda la historia, y queda claro ahora que los precios del cobre vuelven a estar por encima de US$ 4 la libra pero no crecemos a más velocidad. Si los precios del cobre hubiesen sido suficientes para explicar el crecimiento, el Perú debería estar volando desde el 2021 hasta ahora, y claramente no es el caso. El problema de fondo es que dejamos de darle importancia al crecimiento para ocuparnos de otras cosas. Ese lujo se lo puede dar, digamos, un país con más de US$30,000 per cápita, como los europeos y algunos asiáticos, si quieren; en el Perú, con cerca de US$7,000 por persona, la prioridad tiene que ser crecer más, hoy y mañana. Casi todo lo que queremos –salud, educación, saneamiento, infraestructura, pensiones, etc.– cuesta plata, y literalmente no hay otra forma de financiarlas que creciendo más.
Cuando Standard & Poor’s se refiere a la incertidumbre política, ¿qué tanta relevancia tiene la aprobación de este sétimo retiro de fondos de AFP?
Los constantes retiros de las AFP son una consecuencia de la erosión política, no una causa. Sobre el mercado de capitales el efecto es bastante importante porque las AFP son las que proveían buena parte de la liquidez y la demanda, y eso afecta el precio de los bonos. Pero lo más importante es el efecto sobre los propios afiliados.
El ministro de Economía, José Arista, ha admitido que el gobierno de Boluarte es débil, con lo que, en pocas palabras, está diciendo que no podrá hacer nada para mejorar la situación.
Si uno mira las encuestas, estas venían en un lento proceso de mejora. Tibio aún, pero consistente. El mes pasado, la última medición del BCRP sobre expectativas económicas y empresariales tenía a todos los indicadores de expectativas en positivo por primera vez desde el 2019. Algo parecido sucede con el sentimiento de los hogares. El MEF tiene también un rol de guía de expectativas sin caer en proyecciones fuera de lo realista. El plan de facultades que pedirá al Congreso es bastante razonable, por ejemplo, y habría que capitalizar sobre eso más que sobre lo que no se puede hacer. Nadie espera que le den la vuelta a todos los problemas en seis meses, pero un par de goles se puede hacer con esfuerzo.
¿Ve viable que este Gobierno pueda destrabar proyectos importantes, como Tía María?
A este Gobierno le debería quedar más de dos años de gestión, y no podemos llegar flotado al 2026. Algún movimiento tiene que haber, y los proyectos mineros pendientes son las palancas económicas más grandes que están más a la mano. Hay que empujar Tía María, la ampliación de Antamina, la construcción de San Gabriel, el inicio de Zafranal, etc. Ninguno debería ser especialmente difícil con algo de voluntad y colaboración de las autoridades subnacionales.
¿En cuánto auguras que crecerá económicamente el país este año, tomando cuenta que los minerales están a buen precio?
Con el retiro de las AFP, es posible que nos acerquemos a un 3% para el año, quizá algo más. Ojalá el precio del cobre se mantenga alto por un plazo largo; hace buena diferencia. Y hubiera hecho aún más diferencia si hubiésemos puesto en valor los proyectos mineros retrasados. Podríamos estar en 5 millones de toneladas de cobre en vez de los actuales 3 millones, sin problema.
Una salida poco seria
¿Adelantar las elecciones traería más inestabilidad política y, por lo tanto, económica?
No tendría mayor sentido, ni económico ni político ni legal. Más allá de eso, el Perú tiene que habituarse a asumir la responsabilidad ciudadana que corresponde por sus elecciones. El “que se vayan todos” es poco serio, como si presidentes, congresistas o alcaldes cayeran al puesto por lotería o arte de magia. Nos gusten o no, son las autoridades que elegimos. Hay excepciones con casos extremos –como con un intento de golpe de Estado–, pero son eso, excepciones, no puede ser la regla general de ninguna democracia que aspire a ser madura.
Incremento de planilla pública ha sido demasiado grande
¿Cuál es la solución para no retroceder más en los niveles de calificación crediticia?
Hay varias cosas. El Ejecutivo debe cuidar las transferencias y hacer valer sus espacios para no permitir que el Congreso perfore la caja fiscal con más gastos o exoneraciones fiscales. El Congreso, a su vez, debe autolimitarse en estos aspectos y en otros que van contra las recomendaciones de todos los expertos, como en el caso de los retiros de las AFP. El crecimiento de la planilla pública ha sido demasiado grande en los últimos años, y es algo que debe revisarse porque ahí es gasto inflexible, que es el más riesgoso. Por último, en realidad no hay mejor receta para mejorar las cuentas que un alto crecimiento del producto. No hay magia aquí.