No es común ver a grupos protestar en contra de alguna política que los beneficia directamente. Sin embargo, el movimiento juvenil opuesto al nuevo régimen laboral para los menores de 25 años hace justamente eso y se pone la soga al cuello cuando reclama una mayor rigidez para los empleos formales de los jóvenes. Por una cuestión de ignorancia o dogmatismo, los que se oponen a la norma por considerarla discriminatoria y “neoliberal” dejan de señalar que hoy solo uno de cada diez jóvenes tiene un trabajo formal con los beneficios de ley. El resto, la gran mayoría de menores de 25 años, trabaja en el sector informal sin acceso alguno a vacaciones, seguro de salud ni condiciones mínimas de seguridad. ¿Para quiénes, entonces, estamos legislando? ¿Para aquellos poquísimos afortunados que ya gozan de todos los beneficios del trabajo formal o para aquellos que en verdad lo necesitan?