César Campos Rodríguez
Expreso, 29 de setiembre del 2024
El ex premier y ex congresista aprista Jorge del Castillo ha postulado la iniciativa de la reconciliación nacional luego del fallecimiento de Alberto Fujimori, a cuyo régimen combatió sin vacilaciones y por lo cual fue puesta la lupa siniestra de Vladimiro Montesinos, como quedó revelado en la penosa conversación grabada entre este y el desaparecido Agustín Mantilla.
Sostiene del Castillo: “Tengo la esperanza de que la respuesta sea positiva por la urgente necesidad de acortar los niveles de confrontación, que han llegado a extremos de odiosidad que vienen bloqueando incluso las posibilidades de conversar y tratarse alturadamente entre peruanos”.
Aunque suene a lejana quimera o a una frase común sin sentido alguno, el planteamiento del también ex alcalde de Lima cobra valor en un contexto donde la alta política –el diálogo, los acuerdos básicos (especialmente en la tolerancia cero a la corrupción y la reforma de un sistema judicial pervertido por intereses fácticos), el sostenimiento de los fundamentos macroeconómicos, la mirada puesta en el mediano y largo plazo, etcétera– puede establecerse como único mecanismo de salida a la compleja crisis institucional que sufrimos.
Por lo pronto, las exequias de Fujimori revelaron al país que las dos décadas de satanización de su gobierno (sin duda, lleno de claroscuros) no lograron influir en la sensibilidad de la mayoría nacional, que manifestó pesar por su muerte y reconocimiento a sus activos. La encuesta de Ipsos sobre el particular, publicada por el diario Perú 21, fue contundente: 58 % expresó pena o sentimientos encontrados por la desaparición física del exgobernante, 61 % valora como positivo su rol en la historia política del Perú y 53 % estuvo de acuerdo con que se le rinda honores. Igual como ocurrió con Augusto B. Leguía (el máximo símbolo del autoritarismo del siglo pasado), el tiempo depurará el balance y tales cifras porcentuales mejorarán en provecho del difunto.
Queda demostrada, entonces, la necesidad de desprendernos del encono y odio de unos pocos que tomaron el control de la narrativa pública, las instituciones judiciales y hasta las electorales para atomizar las opciones políticas con cabezas de ratón. Regímenes como los de Leguía y Fujimori requerían la mano dura de la justicia. Sí.
Pero no la de la venganza. Recordemos, si no, el arbitrario desafuero del Congreso de Martha Chávez, Luz Salgado y Carmen Lozada bajo el monitoreo de Alejandro Toledo y su corte caviar, que hoy ni lo visita en su celda.
Bajo esta lectura, fue el mismo Del Castillo y otros dirigentes apristas –junto a diversos exadversarios del fujimorismo– quienes dieron ejemplo de civilización y altura concurriendo al velatorio del exmandatario. El gesto puede llevar a otro paso más, que dibuje convergencias y procure una mirada al horizonte de esta nación que se desangra día a día, normalizando la mediocridad, los actos delincuenciales y el faccionalismo.
Reconciliación nacional: empecemos a construirla.