Comex Perú
Enero 11, 2019
Para mala noticia del pueblo arequipeño, en los últimos días, el nuevo gobernador regional de Arequipa, Elmer Cáceres, anunció que su administración no firmará la última adenda al contrato del proyecto Majes Siguas II, que propone mejoras tecnológicas para la optimización del recurso hídrico, lo que mantiene paralizado dicho proyecto desde diciembre de 2017. Cáceres alega que el proyecto no favorece a la región y sostiene la necesidad de modificarlo, en pos de disminuir la extensión de las parcelas (de 200 hectáreas a entre 5 y 20 hectáreas), lo que alteraría el modelo de producción del proyecto y su escala de productividad. Esto pondría en riesgo la continuidad de uno de los proyectos de inversión más importantes para la economía nacional y, especialmente, para el sector agroexportador, el cual ha contribuido como ningún otro a la reducción de la pobreza, el aumento de la formalidad y la generación de empleo, y que ha permitido el desarrollo de un círculo virtuoso que mejora la calidad de vida de miles de familias.
Con respecto al proyecto de inversión Majes Siguas II, cabe recordar que este permitiría irrigar 38,500 hectáreas de tierras y convertiría a Arequipa en una fuente de extraordinarios productos como uvas, arándanos, alcachofa, palta, páprika, entre otros, y posicionaría a esta importante región como un actor líder en la agroexportación. Además, se crearían más de 250,000 puestos de trabajo formales, entre directos e indirectos, y sería también una fuerza catalizadora de empleo para regiones vecinas como Ayacucho, Moquegua, Puno y Cusco. Asimismo, permitiría exportar más de US$ 360 millones adicionales al año e impulsar el crecimiento del PBI agrícola en US$ 850 millones, según el Ministerio de Economía y Finanzas. Es decir, con la paralización del proyecto se estaría negando la posibilidad al país de ampliar su frontera de producción y exportación de alimentos, en un escenario económico tan urgido de inversiones que empujen el crecimiento de la economía nacional.
Por otro lado, en la historia económica de nuestro país hemos vivido escenarios en los que se priorizó la agricultura a pequeña escala, lo que ocasionó pérdidas en el campo, informalidad y reducción de la productividad en el sector. Por ejemplo, con la Reforma Agraria del gobierno militar del general Velasco Alvarado, en la costa se expropiaron los latifundios que excedían las 150 hectáreas de tierra irrigada y 300 de tierra no irrigada; y en la sierra se expropiaron todos los latifundios que excedían entre 35 y 65 hectáreas de tierra cultivada. Así, durante 1970 y 1976, el dinamismo de la actividad agrícola en el Perú se desaceleró y solo creció a una tasa promedio anual del 1.8% (hacia 1961, creció por encima del 3.7%); en 1977, se estancó; y en 1978, cayó un 3%. Asimismo, nuestras exportaciones agrícolas cayeron un 1.3% en promedio anualmente en el periodo 1970-1976.
Asimismo, según el estudio del Banco Mundial (BM) Gaining Momentum in Peruvian Agriculture, a pesar del fuerte crecimiento de la agricultura nacional en los últimos años, esta no se ha dado de manera uniforme en las diferentes regiones del país, en las cuales existen diferencias significativas entre modalidades de producción y tamaño de los productores. Mientras que, entre los años 2007 y 2015, la productividad total de factores del sector agrícola en la costa creció a un ritmo promedio anual del 7.2%, en la selva lo hizo apenas en un 0.2%, y en la sierra cayó a un ritmo promedio anual del 0.2%. Estas fuertes diferencias son producto del predominio en la sierra y en la selva de la producción a pequeña escala, de bajos insumos y bajo rendimiento. Por ejemplo, en la sierra, el 80% de las unidades agrícolas tienen menos de 5 hectáreas, las cuales producen muy por debajo de la frontera de posibilidad de producción, debido al poco uso de tecnologías, fertilizantes, maquinaria y sistemas de irrigación.
El estudio del BM sostiene la existencia de una relación directa entre cantidad de hectáreas y su productividad, la cual se potencia en el caso de la existencia de inversiones en beneficio de la agroexportación, lo que explica el crecimiento de la agricultura en la costa del país. Por otro lado, la mano de obra familiar y la producción para la subsistencia impactan de manera negativa en el crecimiento agrícola, lo que limita las posibilidades de los productores de salir de la pobreza. La respuesta está en cambiar la “producción tradicional” por “producción tecnológica”, pues el crecimiento es posible solo si la producción peruana y los actores implicados en la cadena de valor son capaces de competir de manera efectiva, tanto en el mercado interno como en el internacional. Las propuestas de inversión bajo el esquema de asociaciones público-privadas (APP), como Majes Siguas II, conducen en este sentido al crecimiento y el desarrollo del potencial productivo del país.
La transformación del proyecto propuesta por la nueva administración regional no es viable, ya que tendría enormes implicancias no solo para Arequipa, sino para el Perú. No debemos dar malas señales a los inversionistas, en momentos en los que nuestro país requiere retomar el dinamismo del crecimiento económico. No hay que dejar pasar esta enorme oportunidad para desarrollar la economía regional y continuar ampliando la frontera del sector agroexportador peruano. Lampadia