ComexPerú
Julio 10, 2020
El galardonado desarrollo del sector agrícola, que mantiene una creciente participación en nuestras exportaciones, responde, en parte, a una serie de facilidades para una producción más eficiente, como la tecnificación, las innovaciones, el régimen laboral agrario y la inversión privada en el campo (ver Semanario 1029). No obstante, todavía se mantiene susceptible a inconvenientes tradicionales que perjudican el rendimiento de los cultivos, como los fenómenos climáticos y las plagas habituales. Situaciones que podrían corregirse con una tecnología disponible y comúnmente aceptada: los Organismos Vivos Modificados (OVM).
Estos consisten en un proceso de ingeniería genética capaz de incluir, en la estructura de los especímenes originales, componentes deseados, que propicien tanto un mayor tamaño en los productos como resistencia ante determinados eventos, según el portal The Royal Society. Antes de los OVM, únicamente se podía alcanzar esto mediante técnicas de hibridación, las cuales generaban un nuevo espécimen resultante de dos con las características deseadas a combinar. Si bien esta práctica tradicional ha permitido desarrollar cultivos resistentes a plagas de rancha, enfermedades, sequías, heladas y granizo, como es el caso de las 41 variedades de papa desarrolladas por el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA), la innovación científica permitiría alcanzar mejores resultados y facilitar nuevas elaboraciones.
Además, debido a la mejora en su calidad, la producción a través de OVM se caracteriza por un mayor rendimiento frente a los cultivos tradicionales. Esto se puede apreciar, por ejemplo, en el desempeño de los cultivos de maíz en países como Argentina, Brasil y Chile, en los cuales se han implementado cultivos genéticamente modificados que superan ampliamente al nuestro. En particular, según información de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), el Perú presenta un bajo retorno en los cultivos de maíz, con apenas 3.4 toneladas por hectárea cosechada (t/ha) en 2018, cifra mucho menor a lo registrado en Chile, con 12.5 t/ha, Argentina (6.1) y Brasil (5.1 t/ha).
…PERO SIN PRÁCTICAS EFICIENTES
No obstante, pese a lo que los OVM representan para el desarrollo agrícola, estos se encuentran restringidos en nuestro país desde 2011, año en que se implementó una moratoria que prohíbe su ingreso y producción en el territorio nacional por 10 años, a excepción de aquellos destinados a la investigación, la alimentación directa o que consistan en productos farmacéuticos o veterinarios. Situación que se agravaría en caso de aprobarse el reciente proyecto de ley propuesto por la bancada de Acción Popular, que propone extender la moratoria por un plazo adicional de 15 años, sin más sustento científico que la “necesidad de proteger la biodiversidad y la incapacidad de realizar una adecuada supervisión de estos cultivos”.
Hace diez años atrás, los impulsores de la ley de moratoria se basaron en la pretendida finalidad de “fortalecer las capacidades nacionales, desarrollar la infraestructura y generar las líneas de base respecto de la biodiversidad nativa, que permita una adecuada evaluación de las actividades de liberación del ambiente de OVM”. ¿Suena muy bonito no? ¿Realmente se cumplió con esto? La respuesta es un rotundo no.
El sustento de la ley obedeció al principio precautorio, es decir, al “daño potencial” que los cultivos OVM ocasionarían al medio ambiente, especialmente a la biodiversidad nativa, a pesar de que hemos advertido de la existencia de evidencia suficiente que acredita que la adopción de los OVM no afecta negativamente la biodiversidad, como comúnmente se cree (ver Semanario 845). Basta en este punto resaltar lo señalado en el informe de la Academia Nacional de Ciencias de EE. UU., que concluye, después de revisar 900 estudios científicos publicados desde hace 30 años sobre el tema, que el consumo de cultivos OVM no daña la salud humana ni animal, y tampoco genera efectos adversos en el medio ambiente. Por el contrario, señala que sí hay evidencias de que los cultivos OVM resistentes a plagas generan beneficios para la salud humana al reducir las intoxicaciones por pesticidas.
De otro lado, si el problema es que el uso de OVM atenta contra la biodiversidad, en el mismo semanario se indica que la Asociación Peruana para el Desarrollo de la Biotecnología destaca el hecho de que los mismos países considerados como megadiversos sean los que poseen las mayores cantidades de cultivos OVM, lo que acredita la posibilidad de su pacífica coexistencia.
Por otro lado, si bien se requiere el desarrollo de capacidades de supervisión adecuadas para aprovechar los beneficios de los OVM sin afectar la biodiversidad, esto ya se encontraba contemplado en la moratoria inicial, y se esperaba lograr en 2021. Al respecto, la elaboración y aprobación del Plan Multisectorial para la vigilancia y alerta temprana respecto a la liberación de OVM en el ambiente en 2016 y la iniciativa de elaborar un reglamento interno por parte del Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA), constituyen notorios progresos. Empero, pese a que este último iba a ser elaborado con la participación conjunta de representantes de universidades relacionadas con el sector, del Servicio Nacional de Sanidad Agraria (Senasa) y del Ministerio del Ambiente, con la intención de permitir el uso restringido de OVM, garantizándose la conservación y el resguardo de la agrodiversidad nacional, resultó rechazada por una infundada oposición contra estos cultivos.
Finalmente, se debe resaltar que varios de los países que adoptaron el Protocolo de Cartagena, acuerdo internacional cuyo objetivo es mejorar las prácticas de uso de los OVM, mas no prohibirlos, al cual se hace referencia en la exposición de motivos del proyecto de ley de la referencia, sí cultivan OVM, como es el caso en la región de Colombia, Brasil y Uruguay. Además, es importante resaltar que la implementación de estas restricciones permitió apreciar dos efectos significativos: la pérdida de competitividad por no utilizarlos y el bajo efecto sobre la biodiversidad de aquellos que sí lo hicieron. Al respecto, actualmente, Brasil, que es el segundo productor mundial de OVM con 26% del total y ya en 2015 el 62% de su tierra cultivable era asignada a estos, presenta un rendimiento general de su producción agrícola de 11.2 toneladas por hectárea cosechada (frente al rendimiento en Perú, de 10.2 t/ha), sin que se hayan registrado perjuicios significativos a la fecha.
La promoción de la agricultura debería ser un eje importante para apuntalar nuestra recuperación económica y la reducción de la pobreza, por lo que resulta imprescindible que de una vez se elimine esta injustificada moratoria. De lo contrario, seguiremos restando incentivos e inversión para mejorar la calidad productiva de nuestro sector agrario y desarrollar nuestro potencial agroexportador y la industria peruana conexa.