Por: ComexPerú
13 de mayo del 2022
Como se ha mencionado en artículos anteriores, la inversión privada no crecería este año, de acuerdo con las cifras del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP). En ese contexto, hay quienes creen que se debería priorizar la inversión nacional, pero recordemos que esta se encuentra en las mismas condiciones de juego con la inversión extranjera. Específicamente, el artículo 63 de la vigente Constitución Política del Perú expresa literalmente que “La inversión nacional y extranjera se sujetan a las mismas condiciones”.
Cabe resaltar que, en el actual mundo globalizado, la distinción entre la inversión hecha exclusivamente por nacionales y por extranjeros es muy difusa, dadas las fusiones y compras hechas por los inversionistas a cargo de las empresas. Por esta razón, el objetivo debería ser impulsar la inversión en general, independientemente de su lugar de origen, para así generar riqueza y empleo para todos los peruanos.
Según datos del BCRP, la inversión bruta fija privada (hecha por nacionales y extranjeros) entre los años 1960 y 1992 muestra un crecimiento promedio anual de apenas un 2.4%, casi estacionario. Mientras que, desde 1992, el crecimiento es más dinámico, al crecer un 6.9% promedio anual.
Ahora bien, el desigual desempeño de la inversión privada antes y después de 1992 nos empuja a preguntarnos las razones de esta diferencia. Primero, debemos partir de una razón fundamental: la inversión depende de las expectativas de los empresarios e inversionistas (sean quien sean) sobre la evolución de la economía futura.
En ese sentido, no es una sorpresa el aparente estancamiento de la inversión privada antes de 1992. En esos años, nuestro país se veía sumergido en golpes de Estado, dictaduras militares, expropiaciones, alta inflación y excesivo intervencionismo del Estado en la economía. Así, al no existir estabilidad jurídica, social ni económica, el Perú no era un destino atractivo para las inversiones.
Esta situación cambió con la constitución de 1993, la cual garantizó la estabilidad a través de la apertura e integración de nuestra economía al mundo, el establecer un marco jurídico claro para las inversiones, garantizar la independencia del BCRP, etc.
En consecuencia, desde 1993, se ha logrado firmar 21 tratados de integración comercial, como los tratados de libre comercio (TLC), que eliminan barreras para la entrada de las inversiones extranjeras. Según cifras del BCRP, los flujos de inversión extranjera directa en el país se muestran prácticamente constantes hasta 1992, mientras que a partir del año siguiente empiezan a mostrar una tendencia creciente hasta alcanzar su pico en 2012.
De la misma manera, según datos de ProInversión, el saldo de inversión extranjera directa en 2021 es liderado por cinco países: Reino Unido, España, Chile, EE. UU. y Brasil. Cabe destacar que tenemos acuerdos de cooperación económica en vigor con cuatro de estos cinco países, mientras que con Brasil existe un Acuerdo de Profundización Económico Comercial desde 2016.
Como todos los datos demuestran, la inversión privada ha mostrado una tendencia positiva desde que se tienen reglas claras para su desenvolvimiento. Esto es clave, ya que la inversión conduce a la creación de capital, empleos formales y, como consecuencia, a dinamizar la economía.
EL IMPACTO DE LA INVERSIÓN PRIVADA EN EL EMPLEO Y CRECIMIENTO
Como se ha escrito líneas arriba, la actual Constitución no hace distinción entre inversión privada nacional y extranjera. Dicho esto, es importante que se tenga como fin último garantizarlas y promoverlas, ya sean exclusivamente nacionales, extranjeras o con capitales híbridos.
Para ejemplificar esto, pensemos en el caso de la construcción y operación de una mina. Los agentes privados invierten en maquinaria, estudios de suelo, campamentos para los trabajadores, compra de insumos a proveedores, etc. Además, las localidades adyacentes o en su zona de influencia también se ven beneficiadas de manera indirecta, porque se crean hoteles, restaurantes, bancos, centros de entretenimiento, etc. Así, se crean empleos para la población local.
Por otro lado, la relación entre el nivel del producto y la inversión privada es aún más clara. Ambas variables se comportan de manera similar. Es decir, cuando crece la inversión privada, la economía nacional también, y viceversa. Asimismo, se puede identificar que existe un impulso de la inversión privada a partir de 1993. La inversión privada se ha multiplicado 5.5 veces desde ese año, lo que ha permitido una expansión del producto de 2.4 veces.
Como bien sabemos, el crecimiento de la economía es una condición necesaria para la reducción de la pobreza. En ese sentido, impulsar la inversión privada, tanto nacional como extranjera, es una prioridad, dado que es una de las determinantes del crecimiento del PBI. Si bien existen cosas por mejorar, resulta importante continuar con lo avanzado. Esto es, generar confianza para las inversiones y hacer más competitivo a nuestro país.