Charo Camprubí
Desde España
Para Lampadia
Desde que murió el bipartidismo en España y fue remplazado por un multipartidismo organizado en tres bloques (derecha, izquierda e independentistas catalanes), se han producido cambios dentro de cada bloque, sobre todo en el de la derecha. Los vaivenes políticos son el pan de cada día. Unas veces tienen categoría de temblor y otras de terremoto.
Temblor en el Partido Popular (PP) donde Pablo Casado se ha encontrado con una piedra en el zapato. Se trata de la recién reelegida presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Envalentona por su gran éxito en dichas elecciones ahora aspira a presidir el Partido Popular en Madrid. Eso le daría una gran baza para presentarse como alternativa a Casado en caso de que perdiese las próximas elecciones generales.
Casado está haciendo todo lo posible por dificultar sus aspiraciones porque no se fía de Ayuso. El resultado es un conflicto interno mayúsculo que echa por tierra la imagen de unidad que Casado se esforzó en construir durante la convención nacional del PP a la que asistieron tanto Mariano Rajoy (derecha moderada) como José María Aznar (derecha cercana a Vox).
El PP también ha tenido problemas dentro de su bloque porque Vox se negó a votar los presupuestos de Andalucía, comunidad autónoma gobernada por el Partido Popular. Es un trago amargo para su presidente, Moreno Bonilla, un político moderado y dialogante que quería agotar la legislatura y ahora tendrá que convocar elecciones anticipadas. No olvidará fácilmente la traición de Vox.
El tercer partido del bloque de la derecha, Ciudadanos, se está disolviendo como un azucarillo. Las encuestas le dan alrededor de un 5% en las próximas elecciones. El votante de derecha regresa al PP que obtendría muchos más diputados y podría alcanzar al PSOE. Hay motivos para que Casado se sienta optimista pero la lucha fratricida con Ayuso le está pasando factura al partido. Había remontado mucho en las encuestas y ahora ha vuelto a bajar. ¡Quien se mantiene en alza es Vox!
En el PSOE no hay conflictos internos. El 40 congreso federal del PSOE ha sido el de la reunificación entre las diferentes tendencias. Lo más relevante es que asistió Felipe González que había defenestrado a Sánchez como secretario general en el 2016. Ahora han fumado la pipa de la paz. Pero el problema lo tiene Sánchez con su socio de coalición, Unidas Podemos.
Las relaciones del PSOE con Unidas Podemos chirriaban con Pablo Iglesias y siguen chirriando con su sucesora, Yolanda Díaz. Ella hace todo lo posible por adquirir visibilidad y desmarcarse del PSOE. Todo lo que se aprueba en el Consejo de ministros pasa por un combate cuerpo a cuerpo con Díaz, política carismática y hábil negociadora, cuya popularidad va en aumento. Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, acaba de lanzar el llamado “frente amplio” con el que podría concurrir como candidata a la presidencia en las próximas elecciones generales. Lo hizo acompañada de varias mujeres, todas ellas muy influyentes en la política y dispuestas a apoyarla en su andadura hacia la presidencia. Pretende atraer a un electorado heterogéneo, feminista entre otros, no solo al electorado de izquierda de Unidas Podemos.
El PSOE no considera que los movimientos de Díaz sean una “amenaza electoral” pero los siguen de cerca con “atención”. En todo caso, necesita que el espacio situado a su izquierda no pierda fuelle para poder reeditar un gobierno progresista en las próximas elecciones generales.
Todo esto entra en la categoría de temblor. Pero el auténtico terremoto tuvo lugar en el bloque independentista catalán, formado por ERC, Junts y la CUP, cuando la CUP se negó a votar los presupuestos catalanes. No perdona que el ideal independentista esté en el congelador y sin fecha a la vista para el ansiado referéndum de autodeterminación. Entonces, el presidente del Gobierno catalán, Aragonès, rompió un tabú: el de no negociar con partidos del bloque no independentista. Procedió a negociar los presupuestos con En Comú Podem y finalmente se aprobaron. El precio fue la ruptura del bloque independentista. Todo un hito que marca un antes y un después y que revela que se impone el pragmatismo en Cataluña.
El Gobierno puede apuntarse varios éxitos en su gestión. España es el primer país de la Unión Europea en vacunación (un 90% de españoles han recibido las dos dosis). Los presupuestos generales, muy expansivos para estimular la economía, han sido aprobados por una amplia mayoría parlamentaria. El empleo ha subido a niveles previos a la pandemia y España es el primer país a quien la Comisión Europea desbloquea fondos (10,000 millones de euros) por haber por adoptado las reformas que le fueron exigidas para poder beneficiarse de dichos fondos.
Pero no todo lo que brilla es oro. Una inflación del 5.5%, debida principalmente al alza del precio de la electricidad y de los carburantes (del que padece toda Europa) ha lastrado el consumo interno con el que se contaba para despegar. Y el turismo, clave en la economía española, no termina de recuperarse. Por lo tanto, el crecimiento en el 2022 será inferior a lo que se pensó inicialmente y se tendrá que esperar al 2023 para conseguir la velocidad de crucero. Lampadia