Por: Charo Camprubi
Para Lampadia
El socialista, Pedro Sánchez, es el nuevo Presidente del Gobierno de España desde que el viernes 1 de junio, al mediodía, el marcador del Congreso de los Diputados arrojase el resultado de 180 votos a favor de la moción de censura, presentada por él, 169 en contra y 1 abstención. En ese instante no solo cayó el Gobierno de Rajoy sino que Sánchez salió investido presidente gracias al apoyo de Unidos Podemos, Compromis, Nueva Canaria, el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y todos los partidos independentistas (ERC, PDECAT y BILDU). Hasta Puigdemont tuvo que ceder y apoyar la moción de censura cuando prefería la abstención.
Esta es la primera vez que triunfa una moción de censura y, por lo tanto, que un líder político llega al poder por esa vía. Durante el debate, Rajoy no dejó de subrayar este hecho, achacándole a Sánchez querer llegar a la Moncloa sin haber ganado unas elecciones. Pero su argumento no se sostenía, primero porque la moción de censura es un instrumento constitucional que está precisamente para ser utilizado en circunstancias de crisis como la generada por el caso Gürtel y, segundo, porque Sánchez le respondía: “dimita y esta moción de censura se habrá acabado aquí y ahora”. Y, efectivamente, la dimisión de Rajoy hubiera cambiado las reglas del juego dificultando el pretendido asalto a la Moncloa de Sánchez.
Pero Rajoy no dimitió. No estaba en sus planes cargar con la responsabilidad política de la tremenda red de corrupción que se fraguó durante la presidencia de Aznar y aparecer como el responsable último de todo aquello. Tampoco quería darle el gusto de dimitir a su principal rival político de la derecha española, Albert Rivera de Ciudadanos, a quien unas elecciones anticipadas le hubieran venido como anillo al dedo porque lidera las encuestas, ni a los políticos de su partido que hubieran podido tomar el relevo. Dimitir lo hubiera debilitado cuando resistir es su lema.
Rajoy y Rivera criticaron duramente a Sánchez por apoyarse en los independentistas para ganar la moción de censura. Rivera lo acusó de pretender llegar “a cualquier precio” a la Moncloa “pactando con aquellos partidos como PDECAT, ERC y BILDU que quieren romper España”.
Lo que Rivera no dijo es que esa alianza se hubiera podido evitar si su partido, Ciudadanos, que siempre ha sido el abanderado de la lucha contra la corrupción, hubiera votado a favor de la moción de censura. Pero votó en contra porque la caída de Rajoy entronizaba a Sánchez y tener a Sánchez en la Moncloa era un mal escenario para él.
Por lo tanto, a Sánchez no le quedó más remedio que apoyarse en los partidos nacionalistas e independentistas. Lo hizo sin darles nada a cambio salvo “diálogo, negociación y pacto”. El PSOE siempre ha defendido la necesidad de una solución política y no judicial a la crisis catalana y, por lo tanto, reconocer en el Congreso que en Cataluña existe “un problema político al que hay que darle soluciones políticas” en vez de “esconderse detrás de las togas”, no fue nada nuevo. Sánchez prometió “restablecer los puentes rotos en Cataluña e iniciar el diálogo dentro del marco que ofrece la Constitución”.
Aunque Puigdemont sigue en pos de la confrontación con el Estado español, lo que ahora buscan los partidos independentistas ERC y PDECAT es recuperar cierta normalidad política. Este cambio de actitud llega cuando se producen, simultáneamente, dos grandes cambios que favorecen el que se desarrolle un nuevo clima político: la investidura de Sánchez y el que por fin haya gobierno en Cataluña (sin presos ni huidos) lo que ha permitido el levantamiento del artículo 155.
Sánchez ha conseguido llegar a la Presidencia del Gobierno cuando hasta hace poco lo daban por muerto políticamente. Ha renacido de sus cenizas como el ave Fénix. Había sido desalojado de la Secretará General del PSOE por los presidentes autonómicos y los barones del partido en el 2016. Pero, en las primarias de mayo del 2017, cuando nadie daba un centavo por él, recuperó la Secretaría General. Ahora, un año más tarde, sin ni siquiera ser diputado porque renunció a su escaño cuando estuvo en crisis con su partido, llega a la Presidencia del Gobierno.
Y llega a través de una moción de censura que, en las formas, fue muy particular ya que después del debate entre Rajoy y Sánchez del jueves 31 por la mañana, Rajoy se fue a almorzar acompañado de la vicepresidenta y de algunos miembros de su partido y no volvió al hemiciclo. Se quedó en el restaurante siete horas durante las cuales la moción de censura no contó con la presencia del censurado. Los diputados señalaron que le tuvieron que hablar a la cartera de la vicepresidenta que estaba en el escaño de Rajoy. Volvió al día siguiente, justo antes de la votación, solo para leer unas breves palabras de despedida y felicitar a Sánchez.
Empieza un nuevo ciclo político. Sánchez se lanza a gobernar en solitario con tan solo sus 84 diputados. Será un gobierno monocolor. Ya veremos lo que da de sí. Pero hay algo claro: el bipartidismo murió en España en el 2014 y el multipartidismo actual obliga a negociar. Lampadia