Charo Camprubí
Desde España
Para Lampadia
El Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anda en busca de un doble acuerdo para afrontar la tremenda recesión que se le viene encima a España por culpa del coronavirus. El primero ya está dando sus frutos y es conseguir que la Unión Europea dé una respuesta generosa y solidaria a la crisis. El segundo se va a gestar esta semana y consiste en que las fuerzas políticas, los agentes sociales y los presidentes autonómicos, lleguen a pactos de Estado sobre las grandes líneas que deben guiar la recuperación de la economía española.
En lo que respecta a los acuerdos en el seno de la Unión Europea, los países del Sur de Europa capitaneados por España, Italia y Francia, han conseguido que se decida movilizar más de medio billón de euros en créditos que se repartirán a los gobiernos a través del MEDE (fondo de rescate europeo) para fines sanitarios y sin condiciones; a las empresas a través del Banco Europeo de Inversiones y a los ERTE (expedientes de regulación temporal de empleo) vía la Comisión Europea. Se trata del plan de rescate más ambicioso de toda la historia de la Unión Europea y acallará sin duda las voces euroescépticas que empezaban a ponerla en peligro.
Sin embargo, no es suficiente. Queda aún por establecer la financiación del Fondo de Recuperación. Los países del Sur de Europa no han abandonado su propuesta de mutualizar la deuda a través de la emisión de coronabonos y el tema se volverá a discutir el 23 de abril. Sellar este acuerdo u otro similar no será nada fácil.
En cuanto al acuerdo dentro de España, Sánchez considera imprescindible que se lleve a cabo un pacto de Estado sobre las medidas que hay que tomar para llevar adelante la reconstrucción económica y social del país. Apela a reeditar los Pactos de la Moncloa de 1977, por los que el gobierno de Adolfo Suárez acordó con el Partido Comunista español y con Felipe González (PSOE) una salida a la crisis económica, causada por el alza de los precios del petróleo, que amenazaba con llevarse por delante la incipiente democracia española.
Si se pudo entonces, ¿se podrá ahora? Esperemos que sí. Sin embargo, Sánchez no lo tiene fácil. Los ultraderechistas de Vox han decidido hacerle una oposición implacable al gobierno. Acusan a Sánchez y a Iglesias de “ser los máximos responsables de la tragedia sanitaria y económica que vive España” (lo ilustraron con una foto trucada de la Gran Vía madrileña repleta de féretros que colgaron en las redes sociales). Piden la dimisión de Sánchez y de su Gabinete para dejar paso a un gobierno de emergencia formado por el PSOE, el PP y Vox.
El líder del Partido Popular, Pablo Casado, no se quiere desmarcar de Vox y oscila entre el acuerdo y las críticas al gobierno. Sus críticas son básicamente las siguientes: que tardó demasiado en decretar el estado de alarma; que no estaba preparado para hacer frente a la pandemia; que ha falseado las estadísticas del número de muertos por coronavirus; que la respuesta a la crisis ha sido ineficaz y que se ha ninguneado a la oposición. Sánchez se defiende diciendo que actuó antes que los países de su entorno y con medidas muy drásticas. Utiliza argumentos sólidos basados en informes científicos y con cifras en la mano, pero las espadas están en alto. Casado avisa que pedirá, más adelante, una Comisión de Investigación. Quiere saber si hubo “ocultación de datos e incluso negligencia”.
En ese contexto, Casado ha dicho que el pacto de Estado propuesto por Sánchez es una “argucia” para diluir sus responsabilidades y toma distancia de dicha iniciativa. Sin embargo, si el pacto se llegase a fraguar le sería muy difícil mantenerse al margen, aunque hay quienes piensan que lo que Casado busca, más que un pacto de Estado, es formar un gobierno de coalición PSOE-PP.
La buena noticia es que Ciudadanos, que hasta ahora formaba parte de la oposición, ha decidido ofrecer una “mano tendida” al gobierno en la tarea de titanes que le espera. Su nueva líder, Inés Arrimadas, ha utilizado esta nueva coyuntura para volver a lo que debió de ser su función, es decir, apoyar al gobierno de turno como un partido bisagra desde posiciones centristas. Contar con sus diez diputados puede ser de gran utilidad a Sánchez cuya mayoría parlamentaria es frágil.
Otros partidos, como el Partido Nacionalista Vasco y Esquerra Republicana (independentistas catalanes) que forman parte de la mayoría gubernamental, también tienen reproches que hacerle a Sánchez por su gestión de la crisis, aunque de otra índole. Les ha mortificado que Sánchez lleve la batuta y que los gobiernos de las 17 Comunidades Autónomas se hayan quedado supeditados a las decisiones gubernamentales. Lo interpretan como una “recentralización encubierta”. También les ha molestado “la militarización de la crisis” ya que Sánchez ha desplegado al ejército a lo largo y ancho del país para efectuar tareas humanitarias. Lo cierto es que el ejército ha cobrado un protagonismo inesperado y que su ayuda está siendo muy valiosa.
Veremos si las múltiples sensibilidades políticas españolas logran entenderse y fraguar el pacto de Estado que propone Sánchez. En todo caso a Pablo Iglesias, líder de Izquierda Unida, que en el 2015 estaba liderando las protestas por la crisis económica en las calles de Madrid, le debe de parecer un sueño estar ahora en el Gobierno ocupando la vicepresidencia de Derechos Sociales, justo cuando a España le va a tocar reinventarse a sí misma para seguir adelante.