Charo Camprubí
Para Lampadia
Ganar las elecciones, pero no tener mayoría para gobernar genera una resaca de las bravas. El primer damnificado fue Feijoo cuando escuchó corear el nombre de Ayuso, la popular Presidenta de la Comunidad de Madrid, mientras saludaba desde el balcón a los simpatizantes del PP que habían ido a la calle Génova para festejar lo que se suponía que iba a ser una gran victoria. A Feijoo no le debió de hacer gracia. Pero ese incidente no fue el único.
Poco después surgía otra voz, la de Esperanza Aguirre, que decía que el futuro del partido estaba en manos de una mujer: Isabel Díaz Ayuso. Ayuso salió a la palestra a defender a Feijoo. Dijo: «no puede ser que el jueves estemos con Feijoo, apoyándole, y el martes tirándole por un puente». Con amigos como Ayuso ¿quién necesita enemigos? Feijoo seguirá liderando el PP, al menos por el momento, pero ya se perfilan Ayuso o Moreno (Presidente de Andalucía) como posibles sucesores.
La resaca también afectó las relaciones con Vox. En vista de los resultados electorales el PP volvió a plantearse si le convenía más distanciarse de Vox (línea Moreno) o acercarse a Vox (línea Ayuso). Pero los acuerdos que el PP acaba de cerrar con Vox para formar un gobierno de coalición en Aragón muestran que Feijoo no solo pacta con Vox, sino que cede ante el ideario de Vox y que esta línea es la que se impone.
También se alzaron voces sugiriendo un «cambio de estrategia» con objeto de «comerse» a Vox. Habría que ver si esto es posible. Mientras Ciudadanos era un partido conservador clásico, Vox es un partido con una carga ideológica mucho más profunda. Reagrupa a los nostálgicos del franquismo. Conseguir que toda esa gente que salió a la luz con Vox acepte volver al PP donde siempre serán una corriente minoritaria, es mucho más difícil.
Resaca también después de que los esfuerzos del PP por conseguir aliados para la investidura de Feijoo cayeran en saco roto. El primer golpe lo dio Coalición Canaria cuyo voto se daba por descontado y que retiró su apoyo porque no quería saber nada con Vox. Ahora matiza diciendo que apoyará la investidura del partido que tenga los votos para gobernar, por lo que el voto de su único diputado tanto podría ir al PP como al PSOE. Match nulo.
El segundo golpe se lo dieron los conservadores vascos del PNV que ni siquiera quisieron sentarse a negociar. Ante este panorama desolador, Vox tuvo la idea de proponer que la investidura de Feijoo fuese apoyada «por algunos socialistas buenos», es decir, por tránsfugas del PSOE. Encontrarlos no les va a ser fácil.
El tercer golpe fue un auto gol. El PP anunció que haría algo que para ellos era impensable ideológicamente: negociar con Junts, el partido de Puigdemont, «dentro del marco constitucional». Esta noticia causó estupor ya que el PP ha sido el peor azote de Puigdemont. La idea era tan descabellada que ellos mismos dieron marcha atrás rápidamente.
Se dice que Feijoo está pasando por horas bajas anímicamente y no es para menos. Ha pasado de ser el rey del mambo en Galicia a no tener con quién pactar en España, lo cual no es de extrañar dada la política de tierra quemada que el PP ha llevado a cabo con los demás grupos parlamentarios. El que haya ganado un diputado más gracias al voto de los españoles en el extranjero no mejora en nada su situación.
Ante la constatación de que estaban completamente solos, Feijoo tuvo que pedirle ayuda a Sánchez y se giró por segunda vez hacia el PSOE. La primera vez lo hizo desde el balcón de Génova. Esta vez ha sido por carta, pero el mensaje es el mismo: al PP le corresponde gobernar por ser el partido más votado y el PSOE debería facilitar la investidura de Feijoo con su abstención. Feijoo le pide a Sánchez lo que Sánchez le pidió al PP en el 2019 y no le dieron. Piruetas del destino.
Pero dado que el propio Sánchez está intentando recabar los apoyos necesarios para formar una mayoría parlamentaria que le permita gobernar, dio largas a la conversación que le pedía Feijoo hasta después del 17 de agosto, fecha en la que se constituyen las Cortes. Además, metió tierra de por medio yéndose a veranear a Marruecos con su familia.
La situación de Feijoo es incierta. Vox le acaba de echar un cable al declarar que apoyará su investidura sin pedirle entrar en el gobierno. Eso le da a Feijoo un balón de oxígeno porque ahora puede decir que gobernará en solitario lo que le facilitaría recabar apoyos.
Además, insiste en que se presentará en primer lugar a la investidura, aunque no tenga los votos necesarios. El PSOE no lo cuestiona, incluso lo prefiere, para que quede claro cuál es la situación política. Pero el que decide es el Rey y no hay nada que lo obligue a poner en primer lugar al candidato que encabeza la lista más votada si este carece de mayoría parlamentaria.
Lo que está más claro que el agua es que nadie desea una repetición electoral, aunque dicho escenario no se pueda descartar, ni mucho menos. El que la llave de la gobernabilidad de España esté en manos de Puigdemont es una pesadilla. Ya se han puesto tres temas sobre el tapete: amnistía, referéndum de autodeterminación y financiación autonómica. Personas razonables como el político catalán, Artur Mas, aconsejan «ser exigentes, pero no intransigentes». Veremos si Puigdemont escucha estas sabias palabras.
Lampadia