Charo Camprubí
Para Lampadia
02 de marzo de 2018
El Parlamento catalán ha aprobado este jueves una resolución por la que se realza la figura de Puigdemont al reconocerlo como el “legítimo candidato a la presidencia de la Generalitat”. Este es el primer paso para desbloquear las instituciones catalanas, paralizadas desde las elecciones del 21 de diciembre, por la dificultad de dar una salida política a Puigdemont.
Pero ser presidente “legítimo” no es lo mismo que ser presidente de la Generalitat. Es tan solo un premio de consolación y Puigdemont lo sabe. La cruda realidad es que Puigdemont ha iniciado la travesía del desierto al renunciar a su candidatura a la presidencia y designar a su número dos, Jordi Sánchez, como su sucesor para la investidura. Sin embargo, como la esperanza es lo último que se pierde, esa retirada sería “provisional” a la espera de que pueda algún día pueda ser restituido en el cargo.
Puigdemont ha dado este “paso al lado” después de intensas negociaciones con Esquerra Republicana (ERC). Su objetivo máximo era tener el poder efectivo sobre el gobierno de la Generalitat gobernando desde Bruselas. Ese no va a ser el caso. Y por si alguien tuviese alguna duda al respecto, ayer también se votó una resolución en la que se dice que: “El Parlamento se afirma en su representación de la ciudadanía de Cataluña, que no puede ser sustituida por otros organismos…”
Esta resolución fue votada por ERC pero no por el partido de Puigdemont (JxCat) que se abstuvo. Es la prueba palpable de las divisiones dentro del independentismo. Mientras ERC busca que se normalice la situación con la investidura de un presidente que tenga el poder efectivo en Cataluña y que gobierne dentro de los cauces marcados por ley para recuperar el autogobierno lo antes posible, Puigdemont quiere que el futuro gobierno catalán se someta a las directrices que le llegarían de Bruselas desde donde se impulsaría el llamado “proceso constituyente” de la República catalana.
Ambos objetivos son muy dispares y ponen en evidencia que Puigdemont se ha convertido no solamente en un problema grave para el Estado español sino también para Cataluña ya que, hoy en día, Puigdemont es el primer obstáculo para su normalización. Su pretensión de actuar “de facto” como presidente de la Generalitat desde Bruselas se topa con Esquerra Republicana que no quiere aceptar que el centro de gravedad del Gobierno se sitúe fuera de Cataluña.
Pero Puigdemont no quiere caer en el olvido. Para consolidar sus áreas de poder político propone crear en el “Espacio libre de Bruselas” una estructura de poder paralela compuesta por un Consejo de la República, presidido por él, y una Asamblea de Representantes de la República. En el Consejo de la República participarían tres miembros de JxCat, tres de ERC y uno de la CUP y en la Asamblea, diputados del Parlamento y representantes de la sociedad civil. El propósito de dichos órganos sería “impulsar medidas concretas para materializar la República” y “definir la metodología del proceso constituyente”.
Puigdemont parece olvidar que dicha República acaba de ser negada como Judas por los principales líderes políticos catalanes, incluidos los de su propio partido, cuando comparecieron ante el juez del Tribunal Supremo, Pablo Llarena. Interrogados sobre sus responsabilidades respectivas en el proceso independentista, todos dijeron que la Declaración de la República catalana del 27 de octubre fue puramente simbólica, ya que sabían que no tenía ninguna posibilidad de salir adelante.
Pero Puigdemont, presidente simbólico, no quiere ni oír hablar de República catalana simbólica. Por el contrario, dice que “liderará el camino hacia la independencia efectiva”. Eso está por ver. Sin embargo, no hay que subestimar el daño que un personaje tan mediático como Puigdemont puede hacer, y está haciendo, al Estado español, y cuya función principal será la de mantener viva la llama del independentismo y denigrar al estado español desde su gobierno “en el exilio”.
Los interrogantes que se abren son tantos que por el momento se puede decir que, si bien se ha iniciado un desbloqueo, Cataluña sigue empantanada. Nadie sabe con certeza como va a funcionar usa aparente bicefalia ni que problemas podrán surgir de dicha dualidad. Por otro lado, el candidato propuesto a la investidura por Puigdemont, Jordi Sánchez, está actualmente en detención preventiva lo que convierte el “paso al lado” de Puigdemont en favor de Sánchez en una fuente más de discordia con el Estado.
El gobierno de Mariano Rajoy ha pedido repetidamente a los políticos catalanes que presenten un candidato a la investidura que esté libre de procesos judiciales. Esa la lógica política, pero Puigdemont no ha concedido ni eso. En todo caso, y puestos a presentar candidatos que están en la cárcel, ERC se ha desmarcado de Sánchez y ha propuesto a su líder, el ex-vicepresidente Oriol Junqueras, como candidato a la investidura. La pugna por el poder entre ambos partidos sigue viento en popa. Lampadia