Charo Camprubí
Para Lampadia
“Prefiero ser Presidente que presidiario…”. Con esa frase lapidaria dicha hace unos días Puigdemont dejó bien claro que no pensaba ni renunciar a volver a presidir la Generalitat de Cataluña ni pisar España donde sería detenido y encarcelado. Para conseguir su propósito tenía que desafiar el sentido común y violentar las normas que rigen el Parlamento proponiendo una investidura por Skype y gobernar Cataluña a distancia. Toda una locura.
Sin embargo, está en vías de conseguirlo. Ayer la Mesa del Parlamento lo designó candidato haciendo caso omiso del reglamento de la Cámara que exige la presencia del candidato, de la opinión jurídica de los letrados del Parlamento contrarios a dicha investidura por considerar “imprescindible” la asistencia física del candidato al debate de investidura, y de los partidos de la oposición que claman al cielo ante un escenario futurista que ni los inventores de Skype pudieron imaginar. Califican este intento, así como el del voto delegado, también solicitado por Puigdemont, de “absolutamente inviable”.
El voto delegado ha sido acordado por el juez del Tribunal Supremo, Pablo Llarena a los tres diputados que están en prisión (Junqueras, Forn y Sánchez) por considerarlos incapacitados de asistir, pero no así a los 5 exiliados en Bruselas entre los que figura Puigdemont. Es más, cuando este último se fue ayer a Copenhague para dar una conferencia abandonando Bruselas por primera vez, el juez rechazó activar la euroorden de detención, como le pedía la fiscalía, por considerarlo una trampa: Puigdemont buscaría que lo detuvieran en Dinamarca para poder delegar su voto.
Rajoy espera que se reconsidere dicha propuesta. Pero, si finalmente una investidura telemática o por delegación se llevase a cabo, la recurriría al Tribunal Constitucional, lo que equivaldría al no reconocimiento de la toma de posesión de Puigdemont y tendría como consecuencia el mantenimiento en vigor el artículo 155, ya que este finaliza solo con la toma de posesión del nuevo Gobierno.
Pero el Tribunal Constitucional no resolvería el problema de fondo que tiene planteado el gobierno y que se puede resumir en una palabra: impasse. La lucha por controlar la situación ha resultado ser estéril y el mismo personaje que salió huyendo está por volver, aunque nadie sepa muy bien cómo, ni ellos mismos. La fecha del debate de investidura está fijada para el 31 de enero. Para ser elegido ese día se requiere mayoría absoluta. El 2 y el 3 de febrero solo se necesitará de una mayoría simple.
Designar candidato a un prófugo de la justicia muestra a qué punto la sinrazón se ha apoderado del independentismo que sigue su hoja de ruta sin buscar ni el más mínimo entendimiento con el Estado español. Sin embargo, no son tan monolíticos como parece a primera vista ya que se habla de divisiones en el seno del independentismo entre el ala dura de los “Trabucaires”, que buscan imponer la investidura de Puigdemont, y el ala blanda de los “Florentinos”, favorables a un vía realista, que pasaría por investir presidente de la Generalitat a un tercero.
Por otro lado, Puigdemont ya no es solo un prófugo de la justicia sino también el líder de un partido condenado por corrupción desde que se dictó la sentencia del caso Palau, ya que el PDECAT es el partido heredero de Convergencia y la sentencia en cuestión ha descubierto y condenado la trama del 3% (comisiones ilegales pagadas por constructoras para la financiación ilegal de Convergencia). Hay quienes dicen que si el antiguo líder de Convergencia, Artur Mas, se pasó al independentismo, fue porque su partido estaba ahogado por la corrupción y la independencia era una buena manera de taparlo.
En medio de este galimatías político jurídico aflora sin tapujos la lucha entre el Partido Popular y Ciudadanos por el votante del centro derecha. El auge de Ciudadanos, puesto de manifiesto en las elecciones catalanas del 21 de diciembre en las que consiguieron 36 escaños frente a los 4 del Partido Popular, va a traer cola. Al Partido Popular se le han puesto los pelos de punta al ver que las encuestas sitúan a Ciudadanos 4 puntos por delante de ellos. Rivera es pues el enemigo a batir, aunque si Rajoy puede gobernar ahora es gracias a su pacto de investidura con Ciudadanos.
Hay un clima que favorece el cambio de liderazgo en el Partido Popular y no solo por los resultados que arrojan las encuestas sino porque el Partido Popular está siendo investigado por varias tramas de corrupción, a cada cual más grave, y los principales encausados sentados actualmente en el banquillo están cantando todo lo que saben con tal de que les rebajen la pena. ¿Hasta dónde y hasta quiénes llevarán estas declaraciones? Con todo ese mar de fondo se especula, por primera vez, de que Rajoy podría no presentarse a una tercera reelección e incluso se da el nombre de Alberto Nuñez Feijóo, presidente de Galicia, como posible sustituto. Lampadia