Por Charo Camprubí
Para Lampadia
Las propuestas extravagantes de Puigdemont están al orden del día. Primero pretendió ser investido presidente de la Generalitat de Cataluña por Skype y gobernar desde Bruselas. Este plan que se vino abajo por la decisión del Tribunal Constitucional de impedir su investidura a distancia. Ahora pretende lo mismo, pero presentándolo de tal manera que no pueda ser impugnado por dicho órgano, lo cual no es fácil. Por eso se dice que busca “la fórmula mágica”.
En un intento por desbloquear la situación en la que se encuentra Cataluña desde la investidura fallida de Puigdemont, Esquerra Republicana (ERC) lanzó hace unos días la idea de darle a Puigdemont una presidencia “simbólica”. El pleno del Parlamento catalán aprobaría una declaración que lo situaría como presidente “legítimo” de Cataluña y luego Puigdemont cedería el paso a otro candidato que sería investido presidente de la Generalitat y que detendría la efectividad del poder.
A Puigdemont esta idea no le gustó porque lo que quiere es tener el poder en sus manos y no precisamente de manera simbólica, pero sí aprobó la idea de la bicefalia. Su contrapropuesta consiste en la coexistencia de un Consejo de la República en Bélgica y un Gobierno de la Generalitat en Cataluña. Dentro de este esquema, Puigdemont sería el “presidente legítimo en el exilio” al mando de un gobierno ejecutivo que marcaría la línea política a seguir y el Gobierno de la Generalitat que sería un simple gestor.
Este plan, que implicaría reformar previamente la ley de la presidencia de la Generalitat, sería un auténtico quebradero de cabeza para el Estado español. Pero la idea se está fraguando y hay muchas mentes intentando ver cómo hacerla pasar sin que el Tribunal Constitucional lo pueda parar en seco. Las modalidades de su implementación están en estudio y podrían saberse esta semana.
Según la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría, el Parlamento no puede investir simbólicamente a un presidente sin incumplir las decisiones del Tribunal Constitucional y así se lo recuerda al presidente de la Mesa del Parlamento, Roger Torrent (de Esquerra Republicana) que no quiere ni por nada incurrir en responsabilidades penales que lo puedan llevar ni a él ni a sus compañeros de la Mesa a la cárcel.
Además, ERC tiene a su líder, Oriol Junqueras, en la cárcel desde hace tres meses y no quiere empeorar su situación. Esto explica que Torrent acatara las medidas cautelares dictadas por el Tribunal Constitucional en el acto y suspendiese “sine die” el intento de Puigdemont de ser investido, lo que le valió el calificativo de “traidor” por parte del PDECAT, el partido de Puigdemont.
El problema de fondo dentro del independentismo es que no puede actuar de la misma manera un Puigdemont huido que alquila una mansión en Waterloo para tenerla de sede de su futuro gobierno a distancia y un Oriol Junqueras que sufre la dureza de la cárcel. En realidad, se han invertido los roles. Antes ERC y la CUP eran los ultras. Ellos forzaron a Puigdemont a declarar la DUI (Declaración Unilateral de Independencia) cuando lo que éste quería era convocar elecciones como lo proponía el Gobierno. Ahora los ultras son el PDECAT y la CUP mientras que ERC ha vuelto al redil y está dispuesta a acatar el orden constitucional. Pero a ERC le caído encima el peso de la ley y a Puigdemont, no.
En realidad, la CUP consiguió imponer su agenda radical en la anterior legislatura gracias a sus 10 diputados sin los que la mayoría independentista se esfumaba. Ahora, después de las últimas elecciones, ya no son sino 4 pero siguen siendo indispensables para la investidura de un Presidente independentista. La CUP es un partido antisistema con tintes anarquistas. Está en contra del capitalismo, de la globalización, del sistema financiero internacional, de la Unión Europea y del euro. Busca el retorno a una Cataluña rural, decimonónica. Apoya la investidura de Puigdemont porque, parapetado en Bruselas, éste mantiene en alto el estandarte de la lucha contra el Estado español y se permite el lujo de decir que seguirá adelante con la República catalana.
Puigdemont amenaza con ir nuevamente a elecciones, supuesto que nadie desea, ni ellos mismos, si no se aprueba la fórmula mágica que él considere satisfactoria. Veremos en que desemboca este nuevo ataque de Puigdemont a las instituciones españolas. Lampadia